Parece de un guion de realismo mágico que los mexicanos podamos decidir a la mitad del mandato de un presidente si queremos o no que continúe en el poder, sobre todo con los antecedentes de dictadores y partidos hegemónicos que hemos enfrentado, al menos en la historia reciente.
Sin duda la herramienta es perfectible, claro, pero fue un buen ejercicio el que se presentó el domingo pasado y me refiero a la herramienta en sí, no en los métodos porque eso fue más que cuestionable, con el acarreo de los morenistas y en la poca claridad en el origen de los recursos para hacerlo, así como la falta de oposición.
Cuando un nuevo mandatario asuma el poder tendrá que considerar que a la mitad de este se enfrentará a la figura de revocación y esto probablemente sirva como presión para que ejerza de la mejor manera y en un futuro utópico alcanzar la dicha de tener el poder de quitar o poner a un mandatario de acuerdo con sus capacidades y resultados.
Mucho se puede decir en la primera edición de este ejercicio histórico, por ejemplo, de la falta de quórum para que la primera consulta de Revocación de Mandato lograra ser vinculatoria pues solo se contó con la participación de entre el 17 y el 18 por ciento de los ciudadanos inscritos en la Lista Nominal del Instituto Nacional Electoral y no el 40 por ciento necesario, es decir, cerca de 16 millones 893 mil 825 de mexicanos lejos de los 37 millones 129 mil 287 votos necesarios.
El número de votantes también quedó lejos de los 30 millones que eligieron al presidente Andrés Manuel López Obrador. ¿Quién ganó?, ¿Quién perdió?, en una primera lectura podría parecer que AMLO no logró conservar su tan preciado y presumido músculo político-electoral y que la herramienta de votación que él mismo propuso no funcionó al no acercarse a una mayoría de votantes, sin embargo, en una comparativa, los votos que recibió son apenas tres millones menos que los que recibieron Ricardo Anaya y José Antonio Meade en la elección presidencial de 2018.
Aunque bueno, los contrarios al régimen actual dirán y con legitimidad que cerca de 82 por ciento de los mexicanos habilitados para votar le dieron la espalda al ejercicio del presidente. Ahora más que nunca “todo depende del cristal con el que se mire”.
El ganador y el perdedor es el propio AMLO pues no compitió contra nadie más que contra él mismo ni siquiera sus oponentes convocaron a sacarlo del poder, simplemente se limitaron a no participar en la consulta. Fue él mismo el que durmió plácidamente en Palacio o por el contrario, por primera vez meditó acerca de lo perdido en estos años como presidente… perder lo que más ama, la popularidad.
Así también la prensa, cada quien tomó su postura posterior a darse a conocer los resultados y como ejemplo los siguientes encabezados, en el Reforma: Dan a AMLO la mitad de votos de 2018; Excélsior: Seguirá en el cargo: votó 18%; El Financiero: Votó hasta 18.2% en la revocación; El Siglo: Revocación no interesó, Diario de Yucatán: Desperdicio oficial; Milenio: Votan 15.7 millones para que siga López Obrador en la Presidencia.
AMLO tiene otro récord: venció el primer refrendo en el país no hubo ninguna sorpresa y en democracia se gana o se pierde, es así de simple.