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Según Worldometers, para el pasado viernes ya había más de 113 millones de infectados y 2.5 millones de muertos por COVID-19 en el mundo
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De ellos, alrededor de unos 21 millones de infectados y 700 mil fallecidos corresponden a América Latina
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En el total de pacientes afectados y víctimas del virus, Brasil sigue siendo la nación con el peor registro de la región
Ya han sido tres países en América Latina los que han demostrado su molestia ante el manejo de la COVID-19 de sus gobiernos. De acuerdo con Bloomberg, la semana pasada se vio la salida de tres ministros y secretarios de salud en la región. En Perú, Argentina y Ecuador, las razones para la renuncia de estos funcionarios sigue el mismo tema general. El gobierno no ha podido evitar que políticos y empresarios reciban la vacuna antes que el resto de la población.
En Ecuador, el ministro de salud renunció el viernes pasado luego que se dio a conocer que envió una carta a presidentes de universidades para saltarse la fila de vacunación. Asimismo, se las habría arreglado para proteger a su madre contra la COVID-19, antes de que fuera su turno. En Argentina y Perú se dieron escándalos similares. 70 y 500 personas respectivamente recibieron la fórmula contra el virus antes de lo que establecían los esquemas de inmunización.
De acuerdo con Bloomberg, los escándalos se han mezclado con la lentitud a la que avanza la inmunización en cada uno de los países. Asimismo, el medio apunta que no es sorprendente que se esté dando un fenómeno de “elitismo” al aplicar la fórmula contra la COVID-19. En gran parte, porque América Latina es una de las regiones más corruptas del planeta. Pero también por que persiste una gran desigualdad, que se agrava con la escasez de dosis para el público.
La desigual batalla contra la COVID-19 en América Latina
También es importante mencionar que toda la región ha sido duramente criticada por la forma en la que ha lidiado con la pandemia. De acuerdo con AA, en julio muchos países de América Latina fueron señalados por relajar medidas de distanciamiento social y protección sanitaria. Lo anterior, porque los casos de infección todavía se encontraban al alza en muchas de estas naciones. Pero para sus gobiernos, era mucho más importante reanudar sus economías.
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Asimismo, varios estudios han señalado que la COVID-19 ha pegado más fuerte a los países de esta región que a muchas otras naciones. De acuerdo con The Lancet, se tienen las tasas más altas de mortalidad en todo el mundo, salvo algunas excepciones notables. Incluso se ha llegado a calificar a la pandemia de una crisis humanitaria. Una que se hace más grave con la fragilidad de los sistemas de salud y la inestabilidad política, económica y social de la zona.
Para hacer las cosas peor, es poco probable que la región pueda salir de la pandemia al mismo ritmo que otros países ricos o emergentes. De acuerdo con el Miami Herald, es poco probable que la COVID-19 esté bajo control en muchos países de América Latina sino hasta finales de 2021, en las expectativas más optimistas. Es decir, más de medio año después que Estados Unidos (EEUU) o Europa, que están planeando salir adelante para este mismo verano.
El caso específico de México
Si bien en toda América Latina el manejo de la COVID-19 ha sido poco menos que ideal, en la República Mexicana se han visto fallas bastante graves. Los esfuerzos de vacunación parecen estar mucho mejor logrados que en los países donde se dieron estas renuncias. Sin embargo, el sistema de salud no ha podido prevenir miles de muertes. En noviembre, se estimaba que habría 152 mil fallecimientos para este marzo, en el peor escenario calculado por el IHME.
Sin embargo, según El Universal, para el 25 de febrero ya habría más de 183 mil muertos por COVID-19 en todo el país. Estos fallos se han reflejado también en la visión que otros agentes internacionales tienen de la respuesta a la pandemia. Bloomberg, por ejemplo, hizo un análisis en noviembre entre 53 países para evaluar su estrategia de contención a la crisis sanitaria. El medio calificó a México como el peor de todos, por su alto índice de positividad y de víctimas.