Por Camila González
Twitter: @camilaglz
No supimos a qué horas, ni cómo, tenemos perfiles y formamos parte activa de Facebook, Twitter, Instagram, Pinterest, Google + y otras tantas redes que nos ocupan la mente y los minutos; fue de la noche a la mañana, así no más, en un abrir y cerrar de ojos. Las sorpresas de la Red nos avasallan, nos contagian y, aunque tengamos poco tiempo para reflexionarlo, nos han cambiado la vida. ¿Para bien o para mal? De todo un poco, diría yo.
Cualquiera pensaría que mientras posteamos, subimos y bajamos videos, pensamos en la mejor frase para Twitter, tomamos fotos con filtros, jugamos “apalabrados” en el iPad con el amigo que está a dos cuadras, enviamos mails, además de comer, dormir y ciertamente respirar, la clásica pantalla chica ha perdido acogida. No dudo que el imaginario colectivo presiente que la televisión ha sido la gran relegada de esta existencia “virtualizada”.
No es así. Para sorpresa de muchos, los televisores no han dejado de tener las miradas de siempre encima, incluso hasta son más populares que antes. El año pasado el televidente mexicano le entregó a la tele un promedio de 4 horas 31 minutos diarios*, según IBOPE AGB México. Y Nielsen nos confirma la misma tendencia en el Gabacho: allá le dedican en promedio 5 horas diarias a ver videos, 98 por ciento de los cuales a través de la televisión convencional, de acuerdo con Cross-Platform Report.
¿Cómo explicarnos que no dejamos lo de siempre pero tenemos tiempo y cabeza para nuevas actividades? Bueno, más que actividades, a nuevas formas de ser y estar en el mundo, de estar cerca de otros y de hacernos sentir como individuos parte de un todo. Pues, así como lo oyen, a pesar de la entrada permanente de nuevos vehículos y plataformas al escenario de los medios, los mexicanos no solamente no hemos dejado de ver la televisión, sino que cada día lo hacemos más: en la última década la tendencia es al alza en tiempo diario frente a la pantalla.
Sí, cada día hay nuevos aparatos y tecnologías para ver videos, y la tendencia es el crecimiento de la televisión de demanda (timeshifted TV) que nos dará la posibilidad de verla cuando y donde (smartphone, computadora, tableta) y desde donde cada cual quiera. Será más bien el fin de los horarios. Y la TDT va a traer la gloria de la diversidad de ofertas, a ver si con eso mejoran la calidad de contenidos. Por cierto, en Estados Unidos el uso de teléfonos para ver videos ha subido 100 por ciento de 2009 a la fecha y en México, según la AMIPCI, de 2010 a 2011 se duplicó el uso de smartphones para conectarse a Internet.
Que el sillón siga lleno de adeptos frente a la televisión prendida se puede deber a que la pantalla es emotividad, la mayoría de sus contenidos, me refiero a los más populares como los melodramas, se edifican en la sensibilidad y se dirigen a tocar la piel, claro son historias. Los medios digitales apelan, más bien, a la mente racional. La televisión no nos pide nada más que atención, no tenemos que teclear, ser inteligentes ni responder. Sólo ver. Tal cual, quién no anhela esa zona de confort después de un día de juntas.
Así, todo parece indicar que seguirá vivo el hábito del zapping –un placer para el dueño del control remoto y odioso para los demás-. Lo cierto es que miembros o no de la familia, dioses o no del camino a seguir, modelos o no de conceptos y estilos de vida, acompañantes del solitario y formadores de criterios, los televisores no se vislumbran pronto apagados en un rincón del baño o dentro de los botes de la basura.
Yo a lo que temo es que, de verdad, en todo este escenario, ya no quepa ni un libro.
*De 6 a 24 horas.