Tiger Woods es uno de los mejores deportistas de todos los tiempos. Su historia es relevante por donde se le vea. Increíble pensar que un niño de color revolucionara un deporte que desde su nacimiento, de manera condenable y equivocada, había sido discriminatorio y propio de únicamente jugadores de tez blanca.
Su fortaleza mental y física resulta asombrosa. Se abrió camino desde muy pequeño en un entorno de adversidad, aprendió a caer y a levantarse una y cien veces, y su actuación el pasado fin de semana debe ser un ejemplo de resiliencia.
Tomando como fuente el diccionario de la Real Academia Española, resiliencia significa, la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos.
¿Cuán más perturbador un agente que volcar tu automóvil en una carretera poniendo en riesgo tu vida y la de los demás? El 23 de febrero del 2021, Woods sufrió un aparatoso accidente automovilístico que le provocó lesiones de gravedad y que pudo haberlo privado definitivamente de volver a jugar, incluso pudo costarle la vida.
A poco más de un año del accidente y después de un proceso de recuperación profundo, Tiger jugó el Masters de Augusta, habiendo sido campeón en 5 ocasiones de este evento, mismo que ganó por primera vez hace 25 años. Su resultado no fue el óptimo, pero el mérito de su actuación no está en el número de golpes, sino en haber pisado de nuevo el mítico campo.
El listado de agentes perturbadores no termina ahí. Tiger ha caído al fondo del pozo y ha salido de él una y otra vez. Un divorcio polémico, un accidente automovilístico en su propia casa, adicciones e infidelidades son parte del abanico de obstáculos que ha logrado vencer para continuar empuñando su equipo de golf.
Sin juicios morales, Woods nos recuerda la importancia de la resiliencia ante sucesos adversos provocados por las circunstancias o por el mismo. Tiger, un fuera de serie del golf, que está de vuelta en el campo.