Para nadie es un secreto que a la gente joven le gusta consumir entretenimiento sin necesariamente tener que pagarlo. Pero la gente de negocios que se enfrenta a esta realidad está tendiendo a usar un lenguaje menos neutral, y está empezando a llamarlos criminales.
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“La generación de los millennials creció (y seguramente seguirá así) ‘compartiendo’ (léase robando) contraseñas para tener acceso a contenido si esta situación sigue siendo ignorada”, escribieron los analistas de la firma de inversiones bancarias Jefferies Mike McCormack, Scott Goldman y Tudor Mustata en una nota a sus clientes. “Creemos que esta es la razón más significativa del declive de las suscripciones de TV de paga”.
Según los analistas, el problema es que todo este compartir/robar podría destruir el negocio de la televisión, tal y como ha sucedido con otras tendencias que han amenazado a la industria de la música y de las noticias.
Los analistas comparan la actual situación con los tiempos en los que la gente se conectaba a la señal de tv de cable haciendo conexiones ilegales, o reprogramando las tarjetas de los convertidores.
“Por supuesto, a nadie le gusta que le digan ladrón. Los millennials se podrían enfrentar a una situación que no es ni totalmente blanca ni totalmente negra. La industria de la música ha evolucionado. Y compartir contraseñas de televisión por streaming no está en contra de las reglas. Las contraseñas para HBO, por ejemplo, están limitadas a un hogar, pero la compañía ha sido vaga (presumiblemente a propósito) sobre lo que esto significa. Netflix, Amazon, y otras compañías similares tienen reglas que igualmente están orientadas tanto a aceptar como a limitar que se compartan”, dice el periodista Ian Salisbury para la revista Time.
Para solucionar este problema, los analistas hacen un llamado a las compañías para que éstas adopten reglas más duras para establecer “límites a la autenticación”, es decir, límites a cómo múltiples usuarios pueden conectarse al mismo tiempo, algo que Netflix y Hulu ya hacen. Pero también reconocen la dimensión del problema al afirmar que “es difícil encontrar a alguien (de cualquier edad) que no haya usado o permitido a otro usuario usar sus contraseñas”, se lamentan.