No hay época más complicada que la navidad. Ir y venir. Tráfico. Compromisos. Llamadas. Listas de regalos. Planear la cena. Hacer la cena. Celebrar aunque no estemos de ánimo y abrazar a los que no nos entregaron nada positivo en todo el año. Yo no vivo la navidad tan intensamente –por fortuna- y sin embargo acabo drenada de la energía demandante de esta época de luces y envoltorios.
Vale, confieso que soy alérgica a la navidad. Al primer Papá Noel que aparece empiezo a estornudar. Se me brota la cara con el bombardeo de publicidad para que gastemos y gastemos como una forma de exteriorizar el cariño a los demás. Me arden los ojos por la nostalgia de las navidades que fueron y de los que ya no están. Y me duele el alma si solo pienso en los niños de los orfanatos o casas del DIF, donde jamás va a llegar el niño dios.
Sin embargo, en medio de esta maluquera que me produce esta etapa, encontré un regalo fantástico, creo que el mejor de todos que me llamó enormemente la atención. Para que las reuniones navideñas salgan a flote, todos tengan regalos en el árbol, las tarjetas de felicitación lleguen a sus destinos, la pierna de cerdo esté lista en el momento, no se marchite la ensalada, alcancen los romeritos y los postres sean los preferidos, ahí está ella.
Mamá (o abuela o tía o bisabuela) cuida que a nadie le falte nada. Y más en plena cena navideña.
Por eso, la revista española “Locas del coño” presentó en sociedad el mejor de los regalos: el “sentador de madres”, una campaña que se ha viralizado como loca para que estas señoras se queden sentadas durante toda la cena de nochebuena o nochevieja.
Les describo el objeto: es un cinturón con sistema de velcro ajustable que se adhiere a la silla. Cuenta con un candado de tres dígitos, cuya clave solamente se sabe la usuaria y que no puede abrir nadie más. Ni el niño porque se acaba de echar toda la salsa encima, ni los que timbran a la puerta, ni aquellos que preguntan si hay más tortillas o lo que advierten que el bacalao se enfrió.
Este cinturón es la única solución que se ha ideado para resolver el enorme problema de las mujeres que siempre están al servicio de los demás, y que cuando se dan cuentan, ni probaron la cena, tienen los pies hichados y jamás conversamos con nadie en la velada, y mucho menos se tomaron un trago. Hablando de licor, el maravilloso cinturón que les cuento incluye de regalo un “palobrindis”, es decir un objeto para que la usuaria pueda levantar su copa y brindar desde el aprisionamiento de su silla. Inmejorable pilón (encime, ñapa, etc.).
La verdadera utilidad de este invento navideño (que por cierto se puede usar para otras ocasiones, sin problemas) es que muchos hombres de todas las edades invitados a la cena, y claro algunas mujeres también, descubren sus enormes capacidades para llevar los platos sucios hasta la cocina, partir los pasteles, ofrecer los canapés a los comensales, servir las viandas, recoger los trozos de empaques de regalos que cubren cada rincón de la casa y hasta, por ser navidad, lavar los platos a las 3 de la mañana en medio de la borrachera. Como dice el anuncio del producto: “es la tecnología al servicio de la igualdad”.
Brillante. ¡Encargue su cinturón porque se van a acabar!