Los últimos seis meses han sido un infierno para las relaciones públicas de Uber. Comenzando con los escándalos ocasionados por el CEO en ese entonces, Travis Kalanick con su apoyo al presidente Donald Trump. Seguido del video que compartió uno de los conductores tras haber tenido una conversación con Kalanick sobre el alza de precios en los servicios a lo que este respondió con una actitud déspota.
A continuación, una empleada decide publicar en su blog personal una historia sobre acoso sexual en las oficinas de Uber, lo cual culminó en despidos e investigaciones federales. Después, Google decide demandar a la compañía por plagiar su tecnología en coches autónomos.
En septiembre del 2017, el nuevo CEO Dara Khosrowshahi tomó las riendas de la compañía. Posteriormente, descubre que un par de hackers roban de la interfase de Uber la información personal de 57 millones de clientes y empleados. Khosrowshahi ha respondido con una política de cero tolerancia ante el acontecimiento y ha declarado que la manera en la que se maneja la compañía va a cambiar. Mientras tanto, el 21 de noviembre, la compañía comunicó la realización de un pago de 100,000 dólares a los hackers, a cambio de que ellos se deshicieran de la información robada.
Es inevitable que el mercado reaccione ante toda esta serie de eventos desafortunados y aunque la marca sigue posicionada como líder en el mercado, ha sufrido repercusiones que afectan la lealtad de sus usuarios y le han generado pérdidas significativas.