Un viaje inesperado, 1994 sentado en un Ómnibus de México saliendo de la vieja central de Guadalajara rumbo a la imponente ciudad de México, solo con el sueño de ver por primera vez a los portadores de la estrella solitaria. 24 años después a bordo de un avión. “Lo importante de crear riqueza, es hacerlo de la manera correcta”, una voz clara y contundente de mi compañero de viaje.
Imaginemos vivir en un agujero y ser ese personaje de media talla en la ficción de J.R.R. Tolkien, encontrarnos en una muy confortable cueva al pie de una pequeña colina con la mejor vista de la comarca, y contar en esta, con buenos vinos, exquisitos quesos, y un tabaco memorable dentro de una pipa tan larga que casi choca con tus pies.
Supongamos conocer a un mago mal vestido de gris, alguien de quien habías escuchado, alguien que conoce tu nombre y conoció a tus padres y abuelos, alguien que pareciera saberlo todo y elige tocar a tu puerta con un aparente azar. Cuántas historias narradas en las ficciones fantásticas y las que no, inician con estas estampas literarias fingiendo casualidad. El Mago gris le dice al joven Bilbo Bolsón “busco a alguien con quien compartir una aventura que estoy planeando, y es difícil dar con él”.
En mi caso fue en el año 1980 cuando algo tocó, no a mi puerta como en el caso de Bilbo, pero sí, a través del cristal de un televisor monocromático y los toquidos fueron ocasionados por el choque de los cascos, por un lado los de una insignia rara que después supe era una cornamenta de un ciervo del norte (carnero) un hueso enroscado hacia atrás, y por el otro lado un grupo de mastodontes casi inhumanos que portaban una estrella de cinco picos en la testa. Aquí inició mi viaje inesperado un trecho que no dejo de andar desde los finales del verano y las medianías de cada invierno todos los años. Reconozco que mi primer recuerdo es más un “déjà vu”, lo que no se puede negar es esta “adicción” al deporte de los tackleos, primeros y dieces, los goles de campo y las anotaciones de seis puntos.
Casi siempre el primer contacto con este deporte resulta escabroso y complejo de entender, un deporte con una cantidad de reglas y un aparente exceso de jugadores y entrenadores, adicional a esto, lo atípico que se aprecia el cambio constante de estos y la cantidad de personal de apoyo que envuelve a esta práctica. Al paso del tiempo (una o dos temporadas) vas entendiendo de poco en poco la vastedad de reglas y lo rebuscado de cada jugada que el entrenador ordena mediante una radio incrustada en el casco de cada capitán en el equipo. Algo que es de llamar la atención sobre todo para los nuevos aficionados es el manejo de la marca NFL. Una liga que causa interés hasta en el proceso de selección de jugadores universitarios previo a cada temporada, y últimamente famosa por los castigos económicos y deportivos para quienes no llevan un comportamiento adecuado a los códigos de conducta de la misma liga. Podría ser una marca con un manejo casi perfecto.
Hoy es difícil establecer si la marca pudiese ser más importante que el mismo deporte, para la mayoría de quienes son solo observadores, seguro lo es. La excusa del poder económico de la liga ensombrece los logros de esta, sin embargo los que han seguido en parte su evolución, darán cuenta de cada grano de arena y el semillero que año con año crece mediante la estrategia de poner la práctica del deporte en el centro y la creación de valor gira alrededor de este eje, por ejemplo cosas que resultan increíbles de pensar, un árbitro con un micrófono explicando al público cada decisión que se toma en el campo, un seguimiento a las carreras de los protagonistas principales (los jugadores) desde la escuela secundaria, un canal de televisión y otros medios específicos para la liga, la experiencia de visitar un estadio NFL se compara con pocas experiencias.
Uno de los retos de la marca en el mediano plazo estribará en cómo ser accesible al mercado global, los costos que implican asistir a un partido NFL son altos para la mayoría de la población. Seguro estoy, que marcas de este alcance tienen en su radar trazado un camino para resolverlo. En próximos años estaremos al alba de la ruta a seguir por esta y otras marcas en su afán de una globalización. Quizás pronto veremos un “Super bowl” en ciudades como Londres, Frankfurt o Barcelona, y por qué no, en nuestro romántico estadio Azteca, la masificación aparenta ser uno de los pocos senderos por explorar en marcas como esta.
Hoy son casi tres años de mi primer y única visita al “Super bowl”, además de los 14 grados bajo cero en esos dos días en la ciudad de Minnesota, lo que mejor recuerdo por más que Tom Brady y sus “Patriotas” hayan sido vencidos por unas Águilas feroces, es la compañía invaluable a la izquierda de mi asiento en el avión. A mi regreso, a diferencia de Bilbo Bolsón quien cargó con varios tesoros a cuestas, yo solo contaré con par de chamarras moradas y un frío indescriptible tatuado en cada uno de mis huesos. ¡Gracias siempre, por ese viaje inesperado!