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La vacuna contra la COVID-19 en la que Moderna trabaja está basada en la inyección de códigos de ARN en los pacientes
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Estos fragmentos de información obligan a las células del cuerpo a producir ciertas proteínas, similares al patógeno
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Después dichas proteínas obligan al organismo a crear anticuerpos, garantizando inmunización de forma segura
Aunque hay muchas estrategias para tratar de detener o limitar el efecto negativo del brote de COVID-19 a escala internacional, hay solo una solución permanente: crear una vacuna. Si no hay una forma segura y rápida de ganar inmunidad contra el virus, será casi imposible volver a una verdadera normalidad. Por eso, todos los grupos farmacéuticos están trabajando a toda marcha para crear su propia sustancia. Un par de ellos parecen estar cerca de llegar a la meta.
De acuerdo con Bloomberg, Moderna parece ser la compañía que realmente está en la recta final de la carrera. La compañía acaba de terminar una primera fase de pruebas de su vacuna contra la COVID-19 hace unos días. Si bien los resultados aún no se reportan por completo, sí ha revelado algunos datos prometedores. En humanos, el fármaco crea un nivel de defensas similares a los que se encuentran en la sangre de pacientes que se han recuperado del brote.
Frente a los resultados, las acciones de la compañía se levantaron en un 26 por ciento. La idea es revelar los resultados completos de esta primera fase más adelante. Este limitado estudio en humanos, con solo 25 sujetos, estaba enfocado en demostrar la seguridad del fármaco. La compañía demostró que no parece haber efectos adversos más allá de los comunes a otras vacunas. La segunda fase de esta sustancia contra la COVID-19 debería de empezar pronto.
La carrera por la vacuna de la COVID-19
Como ya se mencionó, muchos grupos farmacéuticos están probando sus propias soluciones para detener la actual pandemia. Sanofi es una de las compañías en la carrera por resolver la COVID-19, pero ha generado mucha controversia por la forma en la que podría repartir este fármaco cuando esté listo. Sustancias como la Remdesivir han tenido cierto éxito en enfermos. También Bill Gates y la marca Johnson & Johnson quieren ganar la guerra contra la COVID-19.
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¿Por qué hay tanto interés en ser el primero en desarrollar una vacuna contra la COVID-19? Hay un incentivo económico muy poderoso de ganar esta carrera. Con siete mil millones de personas vulnerables a contraer la enfermedad, aún si se crea el fármaco a un bajo costo, es muy probable que sea un negocio bastante rentable. A eso se le tiene que sumar que, si los expertos tienen razón y la enfermedad no desaparecerá, también es un mercado a largo plazo.
A la vez, sería una de las mejores formas que tienen ahora los grupos farmacéuticos para dar fe de la eficiencia de sus compañías. Crear una vacuna no es una tarea fácil, mucho menos de un virus nuevo y desconocido que amenaza con poner de cabeza a todo el mundo como lo es la COVID-19. Ser el primero en hallar una solución a la pandemia es la mejor forma de mostrar qué tan poderosos y mejores son los procesos de desarrollo y prueba frente a los de rivales.
Otros retos para el sector farmacéutico
La carrera contra la COVID-19 ha estado repleta de desafíos tanto nuevos como viejos. Las teorías de la conspiración alrededor de la pandemia han dificultado el trabajo de algunos de los agentes. También hay marcas que han decidido transformar estos proyectos en técnicas de marketing. A eso se le deben de sumar rumores y desconfianza que circulan por toda la web; así como el movimiento antivacunas que ya dificultaba la labor médica desde hace años.
A eso se le deben de sumar otros retos técnicos que la COVID-19 le ha puesto a los expertos farmacéuticos para el desarrollo de una vacuna. De acuerdo con Science Daily, no todas las técnicas de inmunización serán seguras o efectivas contra este virus en particular. El Foro Económico Mundial (WEF) apunta que podría ser difícil acabar en meses un trabajo que por lo general lleva una década. A eso se debe sumar el uso de ciertas técnicas de prueba radicales.