Uno de los más funestos resultados de los conflictos armados no sólo son las muertes, sino que muchos de los que los padecieron terminaron mutilados, condenados a vivir en cuerpos incompletos hasta el fin de sus días.
Así ocurrió, por supuesto, con una de las guerras más cruentas de la historia de la humanidad: la Primera Guerra Mundial, que se desarrolló entre 1914 y 1918. Según algunas cifras, Alemania sufrió dos millones de bajas, además de que, conservadoramente, 67 mil de sus soldados debieron sufrir amputaciones, mientras que por el bando estadounidense se han calculado unos 4 mil. Y así, con miembros faltantes, debieron regresar a sus hogares.
Por lo anterior, en la etapa de posguerra resultaba necesario buscar la rehabilitación de esos lesionados y su reincorporación a la vida social, laboral y económica (ya que podrían representar una muy pesada carga) en las mejores condiciones. A eso se debe, en buena medida, el desarrollo de dispositivos que pudieran sustituir, en la medida de lo posible, los miembros faltantes. Ante tal demanda, esa producción pasó de ser prácticamente artesanal a convertirse en una industria floreciente y por demás necesaria. Así fue como se dio la gran evolución de las prótesis, ortesis y sillas de ruedas, entre otros instrumentos.
Fue en ese contexto posbélico cuando, en 1919, surgió Ottobock, una empresa alemana inicialmente familiar que decidió responder al reto humano, social y económico que significaban los lisiados por la Gran Guerra, y dedicarse a la fabricación y desarrollo de esa tecnología médica.
Por sus últimas innovaciones, los productos de Ottobock integran varias tecnologías, ya no sólo la médica sino también las de la información y de la comunicación. Así, por ejemplo, hace unos cuantos días presentó una ortesis electrónica, la C Brace, que se programa y ajusta a las necesidades del usuario mediante una aplicación en su celular.
Hoy, a un siglo de su fundación, Ottoblock brinda servicio en más de 50 países, entre los que se incluye México, donde hoy sus servicios son muy necesarios. En nuestro país se requieren políticas públicas dirigidas hacia el segmento de la población integrado por los amputados. Según datos de 2010 del Instituto Nacional de Geografía e Informática, en 2010 había 785 mil personas carentes de una o varias extremidades, cifra que cuatro años después se incrementó hasta 935 mil.
En uno de los más completos estudios nacionales sobre la cuestión, Los amputados y su rehabilitación. Un reto para el Estado, editado por Eduardo Vázquez Vela Sánchez y publicado por la Academia Nacional de Medicina y el Conacyt, señala varias cifras más que nos dan idea del problema en el país: en promedio, diariamente se realizan 75 amputaciones, más de 25 mil al año. Asimismo, según información del Instituto Mexicano del Seguro Social, el 70% de amputaciones de extremidades inferiores ocurren debido a la atención tardía a lesiones en pies, especialmente entre personas que padecen diabetes. Además, sólo una de cada 10 personas con miembros amputados se rehabilita, y únicamente 30% de los rehabilitados sabe usar de forma adecuada sus aparatos y prótesis, que, además, son muy caros.
Debemos señalar otro aspecto importante: a nivel internacional es de gran importancia desarrollar profesionales dedicados a esa materia. Por ello la Organización Mundial de la Salud recomienda que por cada 500 discapacitados debe haber un especialista en materia de ortesis y prótesis. Sin embargo, en el país hay un déficit de ortesistas-protesistas, lo cual ha empezado a ser remontado con la muy reciente creación de la licenciatura respectiva en la UNAM y en otras escuelas, así como con la formación de asociaciones profesionales. Pero las carencias en este ámbito aún son muchas.
Las contribuciones de los discapacitados son muchas y en distintos ámbitos, pese a los cual se mantienen en la invivibilidad. Pero ya hay ejemplos en sentido contrario, como que México ha tenido brillantes participaciones en Juegos Paralímpicos, tanto que apenas en agosto pasado el presidente Andrés Manuel López Obrador, en un acto de inclusión y equidad, les ofreció apoyos similares a los del resto de los deportistas de alto rendimiento.
En ese contexto es que la presencia de la centenaria Ottobock en nuestro país resulta muy provechosa no sólo por la oferta de sus productos de calidad mundial en nuestro mercado, sino también por las experiencias y enseñanzas que puede dejar entre los especialistas mexicanos de prótesis y ortesis para la adecuada atención de nuestros compatriotas amputados.