Un club literario. Tal vez, pertenecer a uno, no se encuentre encabezando nuestra lista de deseos, lo cierto, una vez que decides asistir esta actividad se convierte en una especie de capa de invisibilidad, un lugar en el que se permite salir de viaje a lugares irreconocibles, lugares vacíos que vas construyendo a cada paso que das.
La identidad de estos grupos varía desde las personalidades de quiénes los conforman, o el estilo de lecturas que se eligen. El ejercicio periódico de la lectura además de aderezar lo que pensamos y decimos, termina casi en todos los casos obligándote a rellenar el blanco de las hojas con punzantes teclazos o rechinidos de tinta.
La travesía que muchos emprenden en la búsqueda de la escritura debió iniciar con ojeadas intensas y egoístas. Una crítica común para quienes practican el deporte de las letras ha sido enmarcar la actividad en una atmósfera precisamente de egoísmo.
Por supuesto nada alejado de la realidad, leer es salir y salir es dejar, por tanto cuando lees y escribes se configuran sendos rebases por izquierda y por derecha, se infringen los modales y las normas básicas de convivencia; te sumerges tan profundo y si por casualidad alguien asoma, coges los cuerpos sin alma de los caracoles y como el “maestro pulpo” fabricas tu armadura.
Por segundo año, llegó a mis manos el Anuario de literatura breve editado por el conjunto de prosistas más disruptivos de Occidente, el equipo de Al Gravitar Rotando año con año encanta y emociona con su recopilación de textos breves, aforismos, mini ensayos, y todos rubricados por una mezcla heterogénea y beligerante de amanuenses.
Construir una marca con esta diversidad es la prueba fehaciente de que este intangible es el activo más poderoso de una organización, es nuestro ojo de Thundera, o el Palantir de Tolkien. Este faro omnisciente que se configura alrededor de la marca de algún modo es la idea perfecta de nuestros propósitos. Sí bien es cierto lo ideal es ajeno al hombre, en cambio la marca al ser de carácter intangible aloja e incluso expande sin freno este ideal.
Parecería fácil conformar en las 365 páginas del anuario el talento mañanero y nocturno de este club de amigos. Imagino que al tatuar en estilo de efeméride los reversos de cada anverso; colisionaron varias copas de fermento con las siempre insuficientes tazas de café inoculadas de mezcal.