México fue eliminado del mundial de futbol y entonces se culpó al arbitraje, a Robben, a la FIFA, al Maza, al Chícharo, a Márquez (en la dinámica del chivo expiatorio), pero muy poco eco se ha hecho de las cosas que el equipo dejó de hacer en el terreno táctico, lo que manifiesta nula autocrítica y mucha auto-complacencia, de la misma manera en la que muchos “profesionales”, empresas e instituciones suelen ofrecer pretextos acerca de sus pobres resultados.
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Y este, el de los resultados, es el terreno en el que sin duda existe un gran trecho sobre el que se debe avanzar en México, por que lo que se espera de las nuevas generaciones son el logro de los méritos, no de los pretextos que nos limitan de alcanzar las grandes victorias.
Poner pretextos sobre los pocos resultados manifiesta inmadurez, falta de profesionalismo, por lo tanto, nula autocrítica, poca inteligencia, serenidad y pausa para el análisis y la reflexión, así como el oficio para operar con agilidad mental y velocidad de reacción. Son síntomas de preocupación y que abundan en nuestro nivel de competitividad.
Justo estas carencias fueron las que mostraron los —pese a todo— entregados futbolistas de Miguel Herrera, pero demostraron poco seguimiento y congruencia con la estrategia establecida desde el vestidor, que es falta de serenidad e inteligencia para el manejo del partido, así como mucha autocomplacencia en buscar en los errores arbitrales y las trampas la disculpa de la nueva decepción. Esto está mal y debemos hacer un esfuerzo de carácter nacional para superar esta absurda carencia de autocrítica.
Y es que este fenómeno, muy arraigado en toda la cultura nacional, se expresa en el día a día del país, porque todo tiene un pretexto que lo explica y que trata de disculpar o justificar, entre las empresas que buscan cómo evadir impuestos, en cómo no pagar por difusión en medios, en posturas deshonestas para apretar más en las negociaciones, en políticos que abusan de su cargo para hacer negocios, en policías que tratan de extorsionar o choferes del transporte público que atropellan al resto de los conductores y a sus pasajeros, en conductores que no respetan filas vehiculares, y un interminable etcétera.
Y como se dice que el futbol (yo diría que el deporte en general) es la mejor metáfora de la vida, enumeramos los ejemplos en los que los mexicanos, por defender nuestro derecho a “echar desmadre y manifestarnos libremente” como “justificación”, la realidad de las cosas es que enseñamos el cobre de manera sumamente barata, pero somos congruentes en la falta de autocrítica.
1. Finísimas personas en Brasil.
Varios medios mexicanos dieron cuenta de tres eventos vergonzosos que fueron protagonizados por mexicanos en Brasil. Primero, los aficionados que fueron sorprendidos robando cerveza; segundo, el lamentable evento de un chico que se aventó del crucero al mar aparentemente por estar intoxicado; tres, cuatro mexicanos más capturados por la policía en Fortaleza al final del partido ante Holanda, por “tortear” a una brasileña y luego agredir a sus acompañantes.
2. El onomatopéyico grito de puto.
De verdad ¿esto es lo mejor que el ingenio de la afición mexicana tiene que ofrecer? ¿qué se gana? Y sostener que esta manifestación poco tiene que ver con un insulto y más con la diversión, es engañarse y querer defender “nuestro derecho a la diversión” con un pretexto, que se parece mucho a la nefasta costumbre de abuchear el himno nacional del contrincante, además de que es una explicación muy pobre que rebaja el acto mismo a un evento onomatopéyico, que bien puede ser igual un sonido gutural emitido por un simio.
3. Simio y otras gracias infumables.
Y hablando de primates, hace unos meses en varios estadios de futbol de México se debatió con mucha seriedad los actos de ciertos sectores al interior de las porras, que en un abierto acto de racismo, imitaban sonidos de simio y le gritaban improperios en este mismo sentido a varios futbolistas de origen afroamericano. MAL. ¿Cuál fue su pretexto?… efectivamente… su derecho a “echar desmadre en un estadio, divertirse, ofender y presionar a los rivales”.
4. Mandela de charro.
Durante el Mundial de Sudáfrica en 2010, a unos jóvenes mexicanos se les ocurrió vestir a una estatua de Nelson Mandela (un símbolo nacional en aquel país que equivale a un fundador de la patria) con sombrero de charro y sarape. Por supuesto, muchos mexicanos encontraron a esta anécdota simpática, pero los sudafricanos se ofendieron mucho con este acto.
5. El político que corre maratones en carro.
De pena ajena y propia la ocasión en la que un reconocido político mexicano, quizá en el afán de subir su fama pública, pretendió correr un maratón, pero las autoridades de la justa deportiva le sorprendieron haciendo gran parte de su recorrido en carro. Por supuesto que, las negaciones y disculpas posteriores no valieron de gran cosa y los mexicanos volvimos a dar la nota de tramposos.
6. Apagar el fuego eterno de París.
Acá aparece como último, pero cuando un grupo de aficionados alcoholizados apagaron el Fuego Eterno de París con orines durante el mundial de Francia en 1998, se dio origen al primer acto de vergüenza mundial.
Y personalmente, al igual que muchos de los lectores, no deseo que esta clase de comportamientos me marquen y precedan como mexicano, supongo que de la misma manera muchas marcas y empresas mexicanas son afectadas por esta clase de comportamientos, que no son otra cosa que falta de valores cívicos y profesionales, sobre los que penden una sarta de pretextos infumables, poca autocrítica, falta de inteligencia, inmadurez y muchas cosas negativas.
Lamentablemente estas actos, como se menciona, nos afectan en términos de imagen internacional, como sociedad completa y somos los mexicanos los primeras afectados en términos de resultados de estas conductas. Así que, como esta es una columna de tendencias, con toda franqueza nos merecemos YA un mejor mexicano y esperemos que esta sea la mejor próxima tendencia.