Tú escribirás el epílogo de mi siguiente libro.
Dos de los estilos en la redacción de estos colofones gravitan en torno a un “espectador imparcial” que va tratando de explicar al autor mediante dos visiones; la primera deambula sobre el texto asiéndose a él en una especie de fidelidad espontánea en la cual no se permiten los desvíos semánticos, y a su vez, se va excluyendo la capacidad de interpretación.
En este tipo de epílogos suscritos a la ambientación de la narrativa, el ejercicio trasciende al terreno de la “cita y lo concreto” y el autor actúa como un cómplice del texto. En la segunda forma, lejos de sujetarse a las figuras literarias de la obra, el amanuense se precipita al vacío y va descubriendo en las distintas atmósferas nuevos caminos, incluso, da la impresión por momentos de irrespetar a quien dio origen a la historia, mediante una postura disruptiva, llevando al límite al lector.
Uno de los ejercicios al que seguramente nos hemos enfrentado en alguna ocasión ha sido el de redactar un propio epílogo. ¿Qué te gustaría que se escribiera sobre tu tumba? En mi caso esta nota al calce no ha sido siquiera imaginada. Tal vez, la identidad de nuestra marca personal y de empresa se encuentre confinada en el mismo rincón de lo no imaginado. La ausencia de empatía con el propósito, podría ser el motor inagotable que en esencia nos desvía en cada decisión que se toma.
Hace algunos días una cuestión sobre de la existencia o no de lo que llamamos destino, y mi respuesta fue: la existencia de este, pero solo en tiempo pasado. El planteamiento de esta respuesta configura un diálogo que habita en permanente entre la construcción o la existencia de un trazo irremediable de nuestro destino. ¿Cuál de los dos estilos se va construyendo con nuestra forma de narrar lo que se hace, y sobre todo de lo que se pretende realizar? Un reto escrito en gerundio, acto que, en sí mismo despersonaliza cualquier acción del sujeto.
La traducción de los signos en la literatura y su posterior interpretación en las narrativas, muestra el imperante deseo natural del hombre, por acertar, en el inagotable transcurrir semiótico de las cosas. En efecto ¿dónde podríamos tomar uno o dos cursos sobre de la importancia de los signos? Con el afán único de redactar de mejor manera un epílogo a la altura del intangible destino, que, sin duda existe sea este conjugado en presente o pasado.