“El hombre moderno piensa para pensar y no se siente obligado a llegar a una conclusión”, esta frase inscrita en el texto “La serpiente del ensayo” describe de manera cabal los intentos del ensayista, cuando este decide a través del género romper con la costumbre medieval de concluir antes de haber siquiera iniciado.
Una de las características del ensayo es el uso del verbo o acción en tiempo presente, ese atrevimiento implícito por desnudarse frente al lector con el propósito de hacerlo cómplice en una especie de alianza con la idea del otro. Esta cualidad del ensayo podría ser semejante a la atmósfera que se construye en las reuniones de trabajo; por supuesto, el director narra en presente, y en tiempo real va tratando de medir qué tan empático resulta el mensaje con los asistentes.
Esta trampa que se va tejiendo con el uso del ensayo, podría ser la madeja a la que se enfrentan los liderazgos. Resolver en la inmediatez es casi la única función tangible de un líder, tamizar en horas y a veces en minutos las distintas circunstancias que amenazan la operación. El tiempo es un recurso infinito en apariencia, sin embargo, en la praxis se compara con el final de una recta un acantilado que permanece tangente a las operaciones.
La estructura con la que vamos construyendo ¿qué tanto depende del presente o del pasado? El auge de conceptos como la reputación, valor de marca, que si bien es cierto, no son nuevos, parecerían reposicionarse en la escala de valores del mercado. Solo que, este se reconvierte en fracciones de tiempo con una aceleración distinta. Es de considerar que los valores han cambiado de orden, pero desde una visión general los componentes de esta escala han trascendido al paso del tiempo.
Tal vez esta invitación tácita del mercado ha utilizar el ensayo como método para el diseño de estrategias colocó al cliente en el centro, lo que en esencia es adecuado. Alfonso Reyes identifica al ensayo como un “Centauro, un hijo mestizo de la ciencia y el arte” y afirma que este estilo de la cultura moderna es “más múltiple que armónica”. Si el trayecto que describe nuestra cadena de valor se orienta a lo inmediato y abraza la multiplicidad o al menos lo intenta, ¿podría esta tropicalización conducirnos hacia el propósito? En cambio si la estela que dejamos trata de armonizar con el mercado ¿significaría acercarnos al mismo propósito?
Cualquiera de las anteriores coyunturas me atrevo a decir, nos acerca y nos aleja del objetivo. Este viaje en tangente con el precipicio dibuja en gran parte las incertidumbres de la mayoría. Ensayar nos libera del afán por concluir y resolver, y nos abre una puerta en la que quizás la tarea principal, sea la búsqueda de esas complicidades que pudieran transformarse en aliados atemporales, y evitar en el mediano y largo plazo que el prestigio fugaz, comprometa la reputación que solo se puede narrar en pasado.
Bibliografía: Por la tangente (Primera ed.). (2020). Penguin Random House.