Agachar la mirada, huyendo hacia abajo. Cuántas veces ignoras de modo consciente; tal vez, sea el hastío acompañado de la pereza y hablo de la pereza capital, uno de los siete artilugios morales.

Los meseros no voltean a verte, observar a los responsables del mostrador en alguna institución bancaria anclarse en su mesa de trabajo con la cabeza baja; para los que tenemos el hábito de recorrer lo urbano a ras de banqueta, resulta, que lo inusual es cruzar una mirada y no digamos de corresponder una sonrisa. Leila Guerrero en su texto Zona de obras, sugiere, “Sean invisibles: escuchen lo que la gente tiene que decir. Y no interrumpan. Frente a una taza de té o un vaso de agua, sientan la incomodidad atragantada del silencio. Y respeten”.

Algo a considerar en el efímero presente en la búsqueda por construir el “¿cómo nos ven?” Un cuestionamiento que disfraza en un sentido retórico el cómo nos vemos y sentimos desde los adentros de la organización; un esfuerzo a veces semejante a manipular, un sin intención, una especie de “sin querer queriendo”, una estrategia que además de centrarse en el “cómo queremos que nos vean” y en ocasiones en “cómo imaginamos que nos ven”. Ser nuestros mejores clientes ayuda sobre todo en el alba de un proyecto, sin embargo, este consejo silencioso de lo que creemos va diluyendo a esa tercera persona invisibilizando al jurado y nos coloca en el movedizo suelo del centro de la estrategia. Se ha dicho sobre de a quién debemos poner en el centro de nuestros emprendimientos; responder a esta pregunta asumiendo al cliente, o al mercado, es un modo fácil para desprenderse.

¿Ser un faro, o ser la luz que asome un destino? El manejo de nuestra marca en similitud con esta analogía reduce a dos polos la propia versión de este intangible. Al final las dos opciones conducen al deseo y en esta forma de ver, se deambula por un paraje empedrado de incontinencia y lo propio.

Leila Guerrero habla precisamente de esto, aconsejando a los que intentan transmitir un mensaje en la novela o en el quehacer del periodismo, adoptar este u otro consejo no impide ser un navegante o un destello, al final se trata de erguirse con la intención de ver más y verse menos, evitando a toda costa ser el fiscal y juez en un mismo estrado.