Por Juan Cárdenas
Twitter: @Desautomatas
México es uno de los países en el mundo donde ejercer el oficio de periodismo es sumamente peligroso. Los periodistas que cubren fuentes como Narcotráfico son quizá las personas más solas y vulnerables en todo el país, no tienen quien pueda ayudarlos, nadie en quien confiar al 100%.
Sin embargo, y aunque en escala menor y orientado hacia generaciones jóvenes, Twitter está significando una diferencia en cuanto a difusión, creando una nueva forma de periodismo, que difícilmente me atrevería a calificar, pues es una respuesta comunicativa más que otra cosa.
La oficina de Investigaciones de Microsoft los ha llamado “Nuevos corresponsales de guerra” en un reporte titulado The new war correspondents: The rise of civic media curation in media urban warfare“. Civiles quienes se alzan como un medio alternativo en medio de un ambiente de guerra.
El interesante artículo habla de esas aisladas y anónimas cuentas de Twitter que han optado por difundir actos de violencia y corrupción en diferentes ciudades del país, sobre todo motivados ante la pasividad de autoridades y la impotencia o inmutabilidad de los medios de información. Estas cuentas son ciudadanos, motivados me imagino por la desesperación, hartazgo, también temor, pero solidaridad muy nuestra, que al final y aunque no la empleemos siempre en los momentos que deberíamos, sino cuando es la última solución, surge por amor a nuestra patria, nuestros seres queridos y nosotros mismos.
Número de periodistas muertos de 1992 al 2012 en México registrados en el Comité de Protección al Periodista
Aunque tantas bromas hagamos al respecto, somos un país que no le gusta estar jodido. Estas cuentas, estos “medios” no realizan una labor fácil, pues les requiere la misma dedicación y pasión de cualquier otro periodista, y el mismo riesgo. No escandalizan, simplemente vomitan con crudeza eso sí, los acontecimientos, mismos que en un ambiente radical, provocan una respuesta de igual magnitud sólo en sentido opuesto. Pero hay que saber valorarla.
Cuando la Ley Duarte se popularizó, recuerdo a una persona diciéndome: “Es que sí, no pueden andar provocando pánico así irresponsablemente”. Y fuera de contexto quizá le daría la razón, pero déjenme poner un ejemplo lo suficientemente idiota para dejar claro mi punto: Si están ustedes en cualquier lugar y a unos metros empiezan a disparar, no necesitan de nadie para entrar en pánico, el hecho en sí lo produce. Y ese es el problema de la ley y de quien me dijo eso, es inválido concentrarse en la acción de difusión y juzgarla, en lugar de ver el problema de raíz ya desbordado.
Estos periodistas, o simplemente difusores anónimos, no son terroristas, por la razón única que define al terrorismo: no están llevando a cabo actos violentos ni buscan provocar terror. Son simples cuentas dedicadas a difundir la realidad que viven en busca de protección solidaria. Y otra cosa, no son periodistas tal cual, repito, son reacciones civiles, como sucede en guerras y guerrillas, que recurren a la violencia ante la falta de otras vías. La revolución en este caso está ocurriendo inteligentemente en uno de los medios de crecimiento significativo en México, las redes sociales.
Desafortunadamente, y como pasa en un país tan poblado y poco comunicado como el nuestro, esta acción está lejos de poderse llamar tal cual revolución, su alcance es corto, limitado como dije al inicio a ciertas generaciones y niveles socioeconómicos. Aún así es válido, remarcable y ejemplar; toda cadena necesita un punto de partida, una chispa que encienda la mecha; nuestra actualidad necesita de muchas y estando el ciudadano común desprotegido y acorralado, cualquier ayuda que además lo mantenga seguro (anónimo), es bienvenida.
Es interesante leer el ensayo completo, el enfoque y acciones de algunas instancias gubernamentales mexicanas y su comparación con algunos otros Estados, así como algunas metodologías detectadas, sobre todo en ciudades como Monterrey, Saltillo, y Veracruz; el lenguaje y claves derivadas, las razones sociales y la perspectiva pública que le otorgan credibilidad y fundamento a este fenómeno.
Yo no creo que la solución de un país con tan mala y tan controlada infraestructura esté en las redes sociales, pero creo y confío en toda acción social encausada al bien común, pues creo en la suma de actos; y eso es esto, por ello lo aplaudo, promuevo, ejerzo y apoyo.