Dicen por ahí que “el trabajo no es cosa de niños”, lamentablemente, en nuestro país esto no es verdad. En México persisten condiciones de desigualdad y desafíos estructurales que impiden que las niñas, niños y adolescentes puedan acceder al goce de todos sus derechos humanos y, en otros casos, sus derechos son quebrantados o restringidos arbitrariamente.
Entre los grupos de niñas, niños y adolescentes más vulnerables en nuestro país destaca la niñez que realiza trabajo infantil. Según la Encuesta Nacional de Trabajo Infantil más reciente (ENTI 2022), afecta al menos a 1 de cada 10 niñas, niños y adolescentes en México, es decir, alrededor de 3.7 millones están en situaciones de riesgo, peligro y explotación que atentan contra sus derechos a la vida, la salud, la libertad, la dignidad e integridad; además que se ve permeada su seguridad, educación y pleno desarrollo.
Resulta preocupante que el escenario actual representa un aumento de casi 400 000 niñas y niños que trabajan, en comparación con la ENTI del 2019, y aunque el trabajo en ocupaciones no permitidas mantuvo su número, el incremento se dio principalmente en quehaceres domésticos no adecuados, es decir, que hacen actividades dirigidas a la producción de bienes y servicios para el consumo de los miembros del hogar. Estas actividades no tienen una remuneración y afectan la salud o integridad física de quienes las realizan. En total, 1.9 millones de niñas y niños y de 5 a 17 años llevaron a cabo estas actividades en condiciones no adecuadas. Además, el sector agrícola continúa siendo el que mayor presencia de niñez trabajadora tiene con el 33 %.
El trabajo infantil es complejo por las múltiples realidades que lo caracterizan, los contextos diversos en los que se presenta, las variadas causas que lo originan y las diferentes concepciones sociales que se tiene respecto a este.
Sin embargo, existen factores que aumentan el riesgo de que el trabajo infantil siga siendo una realidad para millones de niñas, niños y adolescentes, que responden a que vivimos en una sociedad desigual, la pobreza, la falta de empleos y condiciones laborales dignas para los adultos y jóvenes, dificultades para ejercer su derecho a la educación, entre otros.
Hay trabajadores infantiles en el campo y en la ciudad, en actividades formales e informales, en ámbitos paralegales e ilegales, con niñas, niños y adolescentes que no estudian y que están en completo desamparo. Los factores que causan este fenómeno pueden ser confusos o no, pero lo que es claro es que millones de futuros están en riesgo.
Erradicar y remediar el trabajo infantil tiene que empezar por hacer consciente que todos -gobierno, empresas y sociedad civil-, necesitamos desarrollar respuestas que vayan más allá del discurso.
Sigamos informándonos, analicemos lo que las cifras disponibles nos quieren decir y, sobre todo, lo que la ausencia de datos actualizados significa para las millones de vidas que son alteradas por el trabajo infantil.
Las niñas, niños y adolescentes de nuestro país merecen estudiar y jugar, no trabajar.