En los últimos meses se han visto muchas marcas sumarse con acciones de marketing ambiental a una cruzada global en contra de los popotes de plástico para reducir la contaminación en los océanos. Si bien es uno de los contaminantes que ha ocasionado graves problemas, lo cierto es que el verdadero enemigo público número uno es otro.
Los datos demuestran que las colillas de cigarro, hechos con un tipo de celulosa que puede tardar una década o más en descomponerse, han sido durante años el producto contaminante más recolectado en las playas del mundo.
Asà lo señala un reciente reporte de NBC News en el que se documenta que al año se producen más de 5 mil 600 cigarrillos con filtro, de los cuales, cerca del 75 por ciento se desecha de manera irresponsable y ante una evidente falta de regulación.
Y, es que según datos de Ocean Conservancy, sólo durante 2017 se recolectaron 2.5 millones de colillas en las playas del mundo, más de 4 veces que popotes de plástico (640 mil).
Los datos son duros y evidencias que más allá de las campañas y acciones emprendidas por marcas como Adidas, McDonald’s, Starbucks, Boing, American Airlines, Hyatt, o BacardĂ, son un gran paso, pero queda mucho trabajo por hacer.
En especial, en cuanto a educaciĂłn del consumidor y un trabajo coordinado con las autoridades de paĂses, estados o ciudades. Hay esfuerzos como las realizadas en una docena de localidades estadounidenses como Seattle, las impulsadas en California o Hawaii, asĂ como la iniciativa en la UniĂłn Europea, no obstante, no se han dado avances significativos.
“Está bastante claro que no hay beneficios para la salud de los filtros. Son solo una herramienta de marketing. Y hacen que a las personas les resulte más fácil fumar “, dijo Thomas Novotny, profesor de salud pĂşblica en la Universidad Estatal de San Diego, citado por NBC News.
El trabajo publicitario tampoco ha tenido un impacto notorio, durante los Ăşltimos años las compañĂas tabacaleras han lanzado campañas para motivar a los fumadores a generar mayor conciencia con leyendas en las cajetillas de cigarros y la distribuciĂłn masiva de ceniceros portátiles y permanentes.
Pero, como lo un artĂculo de Novotny, estos esfuerzos “no afectaron sustancialmente los comportamientos de los fumadores”. Y, si a esto le sumamos que a veces la contaminaciĂłn no se da en las propias playas, sino que llega producto de desagĂĽes provenientes de las grandes ciudades, demuestra que el consumidor y las regulaciones aĂşn no están ayudando mucho.