El inicio de las campañas electorales en México desde el pasado 1 de marzo han puesto sobre la mesa la importancia del marketing político en la definición de las elecciones.
El Instituto Nacional Electoral (INE) ha catalogado al proceso 2023-2024 como “el más grande que ha tenido México”, pues además de las elecciones federales están en disputa 128 cargos en el Senado y 500 cargos en la Cámara de Diputados, así como las gubernaturas y alcaldías en nueve entidades federativas.
De acuerdo con la Universidad de Marketing de España, “el marketing político, por definición, es un conjunto de métodos, técnicas y prácticas comunicativas cuyo objetivo principal es estrechar el vínculo entre el electorado y el candidato o su formación política, gracias al impulso de su reputación. Se trata de construir una relación de confianza y seguridad con el objetivo de conseguir la aprobación y la afinidad del mercado electoral”.
Para garantizar el éxito de cualquier estrategia de marketing político, de acuerdo con los expertos, es necesario tres factores fundamentales: Crear una marca política; generar una comunidad y trabajar el contenido.
Tal parece que los candidatos han olvidado que las maneras de comunicar han cambiado. Desde el 10 de febrero de 2007 la migración del marketing político hacia lo digital es inevitable.
En esa fecha, los asesores de comunicación del entonces candidato Barack Obama dirigieron su atención y recursos al mundo digital para desarrollar allí la disputa por la presidencia de Estados Unidos.
¿Cómo lo hicieron? El equipo de campaña de Obama decidió incorporar las redes sociales; diseñar sitios web para capturar voluntarios y donaciones; se acercaron con influencers y líderes de opinión; se vincularon con editores de blogs; y desarrollaron actividades de email marketing.
Además, crearon, gestionaron y distribuyeron contenidos sobre las temáticas relevantes para el electorado estadounidense; se dedicaron a plantear sondeos de opinión y encuestas online; y a activar una milimétrica campaña de publicidad digital.
Pero esto no fue todo. La estrategia 2.0 estuvo acompañada con una serie de acciones muy bien planificada, precisa, eficiente y alineada con el trabajo análogo. Una exitosa estrategia electoral que puso los cimientos y mostró el camino a seguir en marketing político digital.
Sin embargo, en México, las campañas parecen haberse quedado en el pasado. Las actividades de los candidatos se han centrado en las tradicionales giras, mítines políticos, repartición de propaganda impresa y bardas pintadas por doquier. También es recurrente la desacreditación del contrincante, a fin de sumar puntos en las encuestas.
Pocos son los casos en que los políticos que aspiran a un cargo de elección popular salen de los tweets o de un simple post para posicionar su mensaje. A los aspirantes, sin duda, les faltan un mundo por explorar en la superautopista de la información. Pues, les guste o no, los tiempos de panfletos acabaron.