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Camila Gonzalez

The Joneses: peligroso exceso del marketing

Hace unos días vi la película The Joneses -en español Amor por contrato,- que critica los límites del consumismo, esas líneas difusas que todo lo permiten para lograr el “sublime” objetivo de la compra.

Por Camila González
Twitter: @GFCam
Correo: [email protected]

Siempre cae bien una reflexión, y más en esta montaña rusa permanente del marketing en la que vamos montados sin freno. Hace unos días vi la película The Joneses –en español Amor por contrato– que critica los límites del consumismo, esas líneas difusas que todo lo permiten para lograr el “sublime” objetivo de la compra.

Todos, y en todo momento, estamos bombardeados; siempre se nos dice qué, cómo, cuándo, dónde y por qué comprar. Sobre todo el porqué. No nos venden yoghurts ni blue jeans, nos venden modelos completos de felicidad, de posturas frente al mundo, de familias correctas, de pensamientos adecuados… los criterios y las perfecciones de la vida siempre a la venta, y en una gama de precios inimaginables.

Pues les recomiendo esta cinta sobre una familia “perfecta” que llega a un suburbio de clase media alta en algún lugar de Estados Unidos con el único objetivo de venderse a sí misma. De vender justo lo que no es ni será, de crear paisajes fantásticos detrás de una imagen. Es una caricatura del patético límite en el que no puede caer la mercadotecnia, no debería caer. Al final, es un sarcasmo acerca de nosotros mismos y nuestra loca manía de ser como los otros, esa carrera interminable por el estatus y la posesión.

Es el conocido marketing viral, no el de las redes sociales de hoy, sino esa disfrazada estrategia para involucrar nuestras aspiraciones y expectativas sin que nos demos cuenta. Y es cierto que hay agencias que se dedican a eso. Conozco algunas que contratan chicas guapas para que coman en un restaurante o hagan ejercicio en cierto gimnasio, y así generen el efecto espejo: voy a comer allí porque quiero ser tan bella como ella, o voy a ese gimnasio donde va gente guapa como lo que yo seré o quisiera ser.

Está claro que la publicidad siempre pone barreras más altas de las que podemos alcanzar, y está bien que así sea, es su naturaleza al final, pero cuando las barreras nos llevan enredados a nosotros mismos es cuando la cosa se complica. Mesura, todo con mesura, sobre todo porque lo perfecto no existe, nadie se lo cree.

Este tipo de marketing, en mi humilde opinión, no me resulta sano ni ético. Se basa en lo fabricado y no en realidades, aunque digámonos la verdad, ¿qué es realidad sin fabricación?, ¿alguna parte del marketing no es fabricada? Tema ciertamente polémico. Lo importante es llamar a la ética en la profesión y volver a hablar de que seamos quienes somos, en transformación, pero siempre en dirección a mejorar la versión de nosotros mismos.

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