Mientras las relaciones comerciales entre los Estados Unidos y China están en su peor momento en décadas, Tesla hizo un anuncio inesperado: confirmó que llegó a un acuerdo con Shangai para asegurarse la tierra donde instalará su primera fábrica fuera de su país.
Esto, a pesar de las exigencias de Donald Trump a las compañías locales de producir en los Estados Unidos, y no en el extranjero.
La marca de automóviles eléctricos liderada por Elon Musk dijo que se aseguró un terreno de 84 hectáreas cerca de Shanghai a través de la firma de un “acuerdo de transferencia de tierras”.
Lo logró luego de que el gobierno chino decidiera terminar con las fuertes restricciones a la propiedad extranjera total para el caso de los fabricantes de vehículos eléctricos.
Los planes comenzaron en julio pasado y no se frenaron a pesar de las tensiones entre Estados Unidos y China. Washington impuso aranceles a los productos chinos y Beijing tomó represalias al aumentar los aranceles a las importaciones de productos estadounidenses, incluidos los automóviles eléctricos.
China es el mayor mercado mundial de vehículos eléctricos y para Tesla es el segundo destino más grande, después de los Estados Unidos.
El lugar donde se construirá la fábrica es Lingang, en la costa, a 75 kilómetros al sureste del centro de Shanghai. Varios fabricantes de automóviles con vínculos en el extranjero tienen instalaciones allí, y es habitual ver vehículos de prueba por las calles.
Tesla espera que la fábrica produzca sus primeros autos en tres años. La instalación inicialmente tendrá una capacidad para 250.000 vehículos y sus respectivos packs de baterías por año, y la idea es duplicarla luego.
La financiación provendrá –fundamentalmente– de la toma de deuda en la misma China y en el flujo de capital desde la central en los Estados Unidos.
La idea es que reduzca significativamente los costos para Tesla, equiparando su posición con los fabricantes chinos ya que, ahora, según lo dijo la marca de Musk, operan con una desventaja del 55 al 60 por ciento.