- El “doom spending” es el derroche de dinero en productos de lujo como respuesta emocional a la incertidumbre económica.
- Está motivado por el estrés y la desesperanza ante el estado de la economía y las perspectivas a largo plazo.
- Crea un círculo vicioso de consumo perjudicial para las finanzas personales y refleja una visión fatalista de la vida.
¿Sabías de esto? Probablemente no. Es más, quizás lo padezcas y recién te estás enterando ahora. En los últimos tiempos, surgió una tendencia de consumo preocupante entre los jóvenes denominada “doom spending” o “gasto catastrófico”.
¿En qué consiste? En el derroche de dinero en productos de lujo como viajes y ropa de diseñador. Así es, el fenómeno ha cobrado popularidad en redes sociales, y no se trata simplemente de un capricho por los lujos, sino de una respuesta emocional ante la incertidumbre económica.
¿Qué es el “doom spending”?
El concepto de “doom spending” describe el comportamiento de las personas que, abrumadas por una visión pesimista del futuro, compran sin reflexionar con el fin de sentirse mejor momentáneamente.
Psychology Today explica que este tipo de consumo está motivado por el estrés y la desesperanza ante el estado de la economía y las perspectivas a largo plazo.
Según expertos, este patrón de gasto puede ser una forma de lidiar con la ansiedad que generan las constantes “malas noticias” que los jóvenes reciben a diario, sobre todo debido a su exposición continua a las redes sociales e Internet.
El resultado, como describe Ylva Baeckström, profesora de finanzas en la King’s Business School, a CNBC, es un círculo vicioso de consumo. Los jóvenes, en lugar de ahorrar o invertir, canalizan su estrés hacia decisiones financieras perjudiciales.
Este tipo de comportamiento no solo es malo para las finanzas personales a largo plazo, sino que también refleja una visión fatalista de la vida.
Estrés económico en tiempos de incertidumbre
Una encuesta realizada por Intuit Credit Karma en noviembre de 2023 reveló que el 96% de los estadounidenses está preocupado por el estado actual de la economía, y más de una cuarta parte admitió que ha recurrido al gasto excesivo como una forma de manejar ese estrés.
Este fenómeno no es exclusivo de Estados Unidos; en Colombia, Stefania Troncoso Fernández, una publicista de 28 años, le dijo a CNBC Make It que la inflación y la inestabilidad política han hecho que sea casi imposible justificar el ahorro.
A pesar de haber reducido su gasto impulsivo en ropa y viajes, Fernández enfrenta, como en gran parte de América Latina, el problema de un costo de vida que no deja de crecer.
Como ella, muchos jóvenes se sienten atrapados en una realidad donde los precios suben y las oportunidades de inversión, como la compra de una casa, se vuelven más inaccesibles.
“Doom spending”: Un fenómeno global y generacional
El “doom spending” no es solo un problema individual, sino que refleja una tendencia global. Según una encuesta internacional de seguridad financiera realizada por CNBC y Survey Monkey, apenas el 36% de los adultos considera que están mejor financieramente que sus padres. En contraste, el 43% cree que está peor.
Esto refuerza la sensación de que la generación actual es la primera en mucho tiempo que enfrenta la posibilidad de tener menos éxito económico que la generación anterior.
El consumo impulsivo que define el “doom spending” ofrece, en muchos casos, una ilusión de control en un mundo que parece estar fuera de control. Este tipo de comportamiento brinda una falsa sensación de estabilidad, cuando en realidad solo profundiza la inseguridad económica a largo plazo.
Al gastar en artículos de lujo o experiencias costosas, las personas intentan llenar el vacío que deja la incertidumbre económica, pero a costa de su propio bienestar financiero futuro.
Estadísticas generacionales de consumo
El comportamiento financiero varía entre generaciones. Según datos de Statista, la Generación Z y los Millennials tienden a ser los grupos que más gastan en artículos de lujo y experiencias como viajes y entretenimiento.
Mientras tanto, los Baby Boomers muestran patrones de consumo más conservadores, priorizando el ahorro y la inversión a largo plazo.
Este contraste pone en evidencia las diferencias culturales y económicas entre generaciones, donde las generaciones más jóvenes enfrentan mayores complicaciones económicas y, en muchos casos, recurren al gasto impulsivo como una forma de escape o satisfacción temporal.
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