Imaginemos una mesa de trabajo y lograr romper los silencios, provocar a quienes los acogen por costumbre o de modo circunstancial, cuánto se podría obtener de los miembros silenciosos de un grupo de trabajo.
El estilo Socrático de aprender. La pregunta como revulsivo protagónico de la creatividad ha sido el detonante cuando de innovar o emprender se trate, es difícil imaginar el inicio de algo sin hacer un primer cuestionamiento al respecto, ¿Qué pretendemos resolver con nuestro producto o servicio? ¿A quién o cuál segmento dirigiremos nuestro proyecto? Iniciar con una cuestión parece el único camino en estas tareas.
Quienes han tenido la oportunidad de aprender mediante el método del caso, los enfrenta entre otras muchas cosas a la pregunta. Una metodología que deja poco espacio para la respuesta, incluso estas parecen no asistir a la clase. Usualmente la respuesta correcta es el único objetivo de una problemática y en este sentido se compite por la mejor o la más adecuada según lo expuesto. En la casuística los signos de interrogación anteceden a cada palabra y cada renglón de lo planteado, un indicador visible de la incorporación al método podría ser cuando respondemos a una pregunta con otra, esto se puede evidenciar de vez en vez en quienes utilizan esta herramienta.
El profesor Carlos Llano en su obra “La Enseñanza de la dirección“ menciona: Los sistemas de enseñanza, por tradición quieren asegurarse , ante todo, de que sea el individuo, tomado personalmente, quien aprenda. Por más que se diga que la enseñanza es un quehacer de la sociedad, los exámenes o evaluaciones, punto último de la educación formal, están afectados por ese pretendido individualismo: es el único caso conocido en el que se prohíbe “ayudar” a otro para que sepa…
La pregunta como recurso intangible en la solución de conflictos en las organizaciones. Una herramienta vinculante para a través de ella establecer el diálogo entre las partes. El profesor Carlos Llano advierte de ciertos rasgos que imposibilitan el uso del método “…ni los superficiales, ni las personas con cabeza cuadrada, ni a quienes les guste exhibirse, a personas que no son capaces de discutir sobre situaciones reales con quienes conocen también esas mismas situaciones reales”.
Cuántas sesiones y con qué periodicidad llevamos a cabo estos ejercicios con nuestros equipos de trabajo y clientes, si bien, no todos contamos con la capacidad de conducir una sesión académica de este tipo, tal vez sea el momento de intentarlo al menos en nuestros círculos cercanos, un espacio obligado para hacerlo y despertar a lo que el profesor define en su texto como “monstruo de siete cabezas” (el director).
La dialéctica impulsada por la pregunta; ¿una alternativa real de construcción? Una opción invaluable para decretar los silencios como actos impertinentes. En este preciso momento del caso en el cual las refundaciones, transformaciones y vueltas en “U” están a la orden del día. “Quedémonos con quien haga las mejores preguntas o al menos intente hacerlas”.
Llano, C. (1996). La enseñanza de la dirección (1.a ed.). IPADE.