“Novelas con N de Netflix”.
La semana pasada, Netflix hizo oficial que “ahora” hará novelas a través de su canal de YouTube para Latinoamérica. Entre los títulos para los que brinda fecha están novedades como “Donde hubo fuego” y “Pálpito” y continuaciones como “Rebelde” Temporada 2 y “¿Quién mató a Sara?” Temporada 3, protagonizadas por actores como Eduardo Capetillo, Itatí Cantoral, Mayte Perroni o Polo Morín. El anuncio llama la atención pues dichos productos antes habían sido denominados como “series” y, de hecho, aparece bajo tal sección en la plataforma. ¿Por qué hacer el cambio?
Las novelas o telenovelas, como se les conocen en México, tienen una larga tradición que data de inicios de los 1950’s. Es el producto principal de Televisa en Las Estrellas y ha sido exportado a todo el mundo. Usualmente se trata de melodramas donde la búsqueda del amor es el elemento principal.
El tono tiende a ser aspiracional y aunque en los últimos años se han dado las narconovelas, el estándar sigue siendo una clara lucha del bien contra el mal, donde el primero triunfa en la gran mayoría de las veces. El estilo de actuación puede caer en la exageración o lo sobreactuado (Itatí Cantoral en “María la del barrio” con Soraya Montenegro), la atención a los detalles es menor y se cuenta con recursos o estructuras propias (“La cenicienta” es la base de varias de ellas; es típico, por ejemplo, que la villana recurra a un embarazo, real o ficticio, para atrapar al galán).
La duración tiende a ser extensa, pensando en entre 120 y 160 capítulos de media hora y en que su transmisión sea de lunes a viernes. Ha habido algunas mucho más extensas; por ejemplo, “Mundo de juguete” tuvo 605 episodios; otras, las más cortas como “Rencor apasionado” de 60. Es un género de gran arraigo en Latinoamérica y ha acompañado durante décadas a las familias.
En especial, se le ha considerado un género más femenino, aunque ha habido productos enfocados en niños (“Carita de ángel”), jóvenes (“Amigas y rivales”), más cercanos al thriller (“Cuna de lobos”) e incluso históricas (“El vuelo del águila”).
Las series, por su parte, son un formato mucho más usual en EE. UU. La duración es mucho menor, yendo desde una miniserie de 2 a 4, quizás 7 episodios, hasta temporadas de poco más de 20. La transmisión típica es de un capítulo a la semana.
Las hay de varios géneros: policiaco como “La Ley y el Orden”, familiar como “Full House”, comedias como “The Big Bang Theory” o de fantasía como “Charmed”. Hay más cuidado en la producción, mientras que el tratamiento de historias y personajes tiende también más al detalle y desarrollo, abordando otras temáticas donde el amor es uno de los elementos, pero no el único.
Con la llegada de las plataformas, la barrera entre series y novelas se ha diluido principalmente en cuanto a que ahora las primeras pueden entregarse por completo, es decir, sin esperar un capítulo a la semana (“Cobra Kai”, “Bridgerton”), aunque también es cierto que el estrenar uno por semana se ha convertido en una estrategia para mantener a la audiencia cautiva cuando el contenido que se presenta no es tan grande (Disney+ lo hace con todas la de Marvel como “Wandavision”, HBO Max también con otras como “And Just Like That” e incluso Netflix la empleado la estrategia en casos como “Luis Miguel – La serie”.
Productos como “La casa de las flores” de Netflix han puedo sobre la mesa en torno a qué es una serie y qué es una novela. En aquél entonces se defendió que era una serie y lo mismo ha sucedido con otras como “¿Quién mató a Sara?” o “Rebelde”.
Para los actores, incluso, era una manera de confirmar que le habían dado un giro a sus carreras. Entonces, ¿qué cambia? Hay un algunos elementos centrales: 1) la extensión, 2) el manejo del capítulo y el conjunto; en las series hay una historia de principio a fin que se resuelve al final y que es parte de algo más grande (es muy claro, por ejemplo, en algunas como “Esposas Desesperadas” donde la temporada estaba guiada por descubrir porqué había muerto un personaje, mientras que los episodios se ocupaban de alguna situación más cotidiana como una diferencia entre vecinos), 3) el tono (tanto lenguaje como tratamiento de temas tiende a ser más realista en las series, permitiéndose palabras altisonantes, desnudos o semidesnudos, igual que el hablar de manera diferente de temas que en las telenovelas difícilmente sucedería como el aborto, el consumo de drogas o la homosexualidad; sería impensable que una telenovela mostrara a Eugenio Siller y Luis Roberto Guzmán como sucede en “¿Quién mato a Sara?”).
¿Por qué Netflix hace el cambio o matiza? La respuesta parece ser sencilla: las telenovelas o novelas, si se prefiere, son uno de los productos de más éxito y no necesariamente las suyas. “Betty la fea”, la versión de Colombia, estuvo meses en Top 10 de series en 2021 aún y cuando Televisa y TV Azteca la transmitieron también en señal abierta; es más, la semana pasada, al cierre de edición ocupaba la segunda posición detrás de la versión más reciente de “Café con aroma de mujer”; en la posición ocho está también “La reina del Flow”. Si percepción es realidad, ¿será que el nuevo branding de dichos productos los favorezca? ¿Ello cambia lo que en realidad son? ¿Pueden ponerse bajo el mismo paraguas “Rebelde”, la telenovela de Televisa, frente a la versión de Netflix que es más bien una serie? ¿Dónde queda entonces o qué indican las temporadas?
“Novelas con N de Netflix” es la promesa y es una promesa que curiosamente Netflix sólo le hizo a Latinoamérica. Es, una estrategia de marketing y una manera de darle más visibilidad a su propio contenido y no tanto un cambio de fondo de lo que ya ofrecen.