Las elecciones para gobernador en el Estado de México, la entidad más poblada del país, se encuentran en la recta final, y los seis candidatos saben que es momento de echar “toda la carne al asador”. Esto significa no solamente derrochar los millonarios presupuestos que destinan para promoción, sino además la implementación de una guerra basada en la descalificación del adversario, ante la falta de propuestas sólidas y factibles.
Para entender por qué estos candidatos pueden estar en prácticamente todos los medios de comunicación y en campañas BTL, basta recordar que el tope en gastos de campaña fijado por el Instituto Nacional Electoral es de 4 millones 840 mil pesos diarios, es decir, 285.5 millones de pesos durante los 59 días que dura la carrera por el voto.
Una de las tácticas que cobró fuerza en esta campaña fue la del telemarketing, el añejo recurso de llamar a números telefónicos residenciales y móviles, —quizá al azar en el mejor de los casos o en el peor, a través de una base de datos ilegal—, para hacer proselitismo o descalificar al rival.
Esta práctica quizá hubiera pasado desapercibida si miles de mexiquenses no hubieran recibido una llamada particularmente molesta por parte de la candidata de Morena, Delfina Gómez. No fue el propio mensaje grabado que invitaba a votar por ella lo que enervó a los interlocutores, sino el hecho de que dichas llamadas fueron recibidas a medianoche o bien entrada la madrugada.
Aunque no existe la certeza de que realmente fue el equipo de Morena el que realizó estas llamadas a deshoras, o fue una estrategia de sus adversarios con el objetivo de generar rechazo hacia la profesora, hubo decenas de quejas en las redes sociales y ante la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales (FEPADE) de personas que fueron despertadas de sus sueños al puro estilo de las agencias de cobranza.
No obstante, los trasnochados telefonazos de Delfina no fueron los únicos que recibió el electorado. También se realizaron llamadas que invitaban a contestar tendenciosas encuestas para conocer la percepción ciudadana por los candidatos del PRI, del PAN y de la misma morenista (cuyas respuestas siempre favorecerían a uno de los candidatos). Asimismo, se tuvo registro de una llamada donde se reproducía una grabación en bucle de una noticia que intentaba desprestigiar a la candidata puntera en las encuestas.
Cabe destacar que no sólo los números telefónicos del Estado de México eran los receptores de estos mensajes, pues también se reportaron quejas de personas con números de la Ciudad de México.
Más allá de la mucha o poca eficacia que puede tener este tipo de propaganda directa que, en mi opinión, lejos de ayudar a un candidato provoca reacciones de rechazo por su naturaleza invasiva, conviene analizar qué dice la autoridad al respecto.
La Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales no contiene ninguna disposición que prohíba a los candidatos promocionarse vía telefónica; por consiguiente, dicha ley no impide que las llamadas sean realizadas en horario laboral o cuando el electorado está en su quinto sueño.
En todo caso, sí habría sanción si se demostrara que las llamadas fueron realizadas por terceros, pues la misma ley contempla en su Artículo 7 que se sancionará a quien “provea bienes y servicios a las campañas electorales sin formar parte del padrón de proveedores autorizado por el órgano electoral administrativo”.
Así, las preguntas siguen siendo las mismas: ¿realmente la sobresaturación de la imagen de los candidatos es efectiva para modificar las intenciones de voto? ¿Sigue siendo efectivo el telemarketing en esta era digital en la que el consumidor tiene el poder de decidir qué publicidad consumir?
Estas preguntas no serán contestadas durante estos comicios, pero la lección que sí podemos aprender es que a nadie le gusta sentirse acosado en su propia casa.