Tanto hablar de whatsapp, de Facebook, de nuevas aplicaciones, de relaciones rotas por la virtualidad, de lo adictos que somos a las nuevas comunicaciones, de que ya no somos los mismos desde que nuestros dedos están pegados, irremediablemente, a los necesarios tecladitos…
Pero, ¿se han puesto a pensar ustedes que muchas de estas herramientas le cambiaron radicalmente la vida a las personas sordas? Poco nos detenemos a pensar en otros que tienen realidades diferentes a las nuestras, y el otro día que observaba cómo un amigo sordo platicaba con alguien en el chat de su celular, me cayó el veinte sobre el enorme impulso que las tecnologías le han dado a esta población.
Antes, la forma en que se comunicaban era en persona leyendo los labios; el teléfono seguro era el invento más inútil para ellos, aunque al parecer existió un dispositivo de comunicación para sordos o TDD para el teléfono, como un módem con un teclado y una pantalla donde se leía lo que se decía, pero seguro que eso llegó a una mínima parte de quienes lo hubieran necesitado. Luego llegaron los mensajes de texto y el correo electrónico, pero hablar de una conversación fluida y en tiempo real a distancia, era una utopía… Hoy pueden estar y sentirse más cerca de otros, expresarse mejor, afianzar sus relaciones.
Pero ni qué decir que hoy se pueden ver en directo a través de diferentes aplicaciones de video-llamada, chat instantáneo, video-mensajes y video-blogs, para comunicarse con lenguaje de señas o lectura de labios. Es fantástico que, sin que se lo propusieran específicamente los creadores y diseñadores de las nuevas tecnologías, abrieron a la comunidad sorda una enorme ventana de independencia, autonomía y libertad de expresión. Un sinfín de posibilidades…
Al respecto, otro amigo sordo dice que “antes muchos sordos no se podían comunicar con otros sin ayuda del oyente, por ejemplo por teléfono, estábamos muy limitados e inseguros, pero hoy estamos muy felices: gracias a la alta tecnología ya no necesitamos pedir la ayuda, somos independientes”.
¿Podemos acaso dimensionar este beneficio? Ahora ellos se comunican más, mientras los oyentes nos escuchamos menos y menos. ¡Qué ironía!
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