¿De qué te preocupas Mexicano?
De acuerdo a una encuesta realizada por Kantar Worldpanel México, las principales preocupaciones que tienen los mexicanos para este 2018 son:
La inflación y el aumento de precios a un 83% de los encuestados
Inseguridad y violencia a 65%
La economía del país a 41%
La posible llegada de inundaciones y terremotos a 26%
Las elecciones en México y la liberación del precio de las gasolinas a 19%
La depreciación de la moneda a 11%
Los disturbios políticos/sociales a 8%
El TLC con EEUU y Canadá a 4%
¿Crees que lo que preocupa al mexicano influye en su comportamiento de consumo de productos y servicios?
¿Tendríamos algo más por qué preocuparnos? ¿Hay algo por ahí que se nos escapa?
Tal vez con todo el ruido provocado por las campañas de los precandidatos que hemos “sufrido”, hemos dejado pasar una de las noticias que probablemente la veamos lejana, tanto por el lugar de origen como por la problemática, pero es muy cercana y nos debe poner a pensar acerca de nuestras costumbres de consumo: La sequía en Ciudad del Cabo, Sudáfrica y que obliga a declarar el estado de catástrofe natural en todo el país.
Las reservas de agua están en su nivel más bajo y está marcado ya como “Día Cero” el próximo 4 de junio en el que a cuatro millones de habitantes se les cortará el suministro de agua y en su lugar deberán acudir a puntos de abastecimiento para recibir un máximo de 25 litros por persona por día.
Para que tengamos dimensión del problema, el consumo calculado de los que tenemos la fortuna de acceder al agua en México es de 280 litros por persona al día. Y digo, que tenemos la fortuna, porque alrededor de 9 millones de mexicanos no cuentan con agua potable.
Así es, esos 280 litros de agua que usas es con la que te bañas, la que bebes, con la que lavas tu ropa, tu coche, cada vez que le das a la palanquita del WC.
¿Y qué tiene que ver esto con el consumo de productos y servicios? ¿Sabemos lo que implica, aparte, producir lo que todos usamos y consumimos?
Para producir ese café que te tomas en la mañana se utilizan 140 litros de agua, no los 125 mililitros que le ponen a tu tacita. Toma en cuenta el agua que se utiliza para sembrar, cosechar, limpiar, transportar, etc. para que llegue ese café a tu boca.
De la misma manera está tu jugo de naranja del desayuno: se usan 200 litros. O si prefieres un vaso de leche: 255 litros. O el kilo de carne que compras para comer en casa: 15 mil 400 litros de agua. La playera de algodón que usas: 2 mil 700 litros. Y para tus pantalones de mezclilla que traes puestos: mil 100 litros. La barra de chocolate que te comes de postre o antojo: 2 mil 400 litros. Ve sumando lo que representa tu consumo diario.
La huella hídrica es un indicador de toda el agua que utilizamos para producir nuestra comida, en procesos industriales, generación de energía, en la ropa que usamos, y la que ensuciamos y contaminamos a través de esos mismos procesos.
Van otros datos con productos que consumimos y usamos todos los días:
1 papa (100 g): 25 litros
1 manzana (100 g): 70 litros
1 jitomate (70 g): 13 litros
1 rebanada de pan (30 g) con queso (10 g): 90 litros
1 huevo (40 g): 135 litros
1 bolsa de papas fritas (200 g): 185 litros
1 hamburguesa (150 g): 2 mil 400 litros
1 vaso de cerveza (250 ml): 75 litros
1 copa de vino (125 ml): 120 litros
1 vaso de jugo de manzana (200 ml): 190 litros
1 par de zapatos (piel de bovino): 8 mil litros
1 hoja de papel A4 (80 g/m2): 10 litros
Nos preocupamos, pero hay que ocuparnos. Ocuparnos las empresas, marcas, publicistas y mercadólogos en promover cada vez más el consumo y uso responsable. Porque de los 653 acuíferos que tenemos en México, 195 están sin disponibilidad, 106 se encuentran sobreexplotados, 31 tienen suelos salinos y agua salobre y 15 tienen intrusión marina. Preocupante, así es.
Está muy bien ganar dinero y generar altos ingresos para todos, pero ¿vale la pena el “sobre consumo”? ¿No importa que la gente compre y tire constantemente? ¿No importa que la gente desperdicie aquello que se compró por un impulso desmedido?
Es momento de generar y provocar un hábito responsable, motivando a que el consumo sea ajustado a las necesidades reales de cada ser humano y del planeta. A favor del medio ambiente y sin perder de vista la ganancia justa para las marcas.
Todos tenemos que ver con el impacto ambiental de los productos que sacamos al mercado, que publicitamos y consumimos o usamos.
No me tilden de moralista o “arregla mundos”. Solo me preocupé un poco.