Para la generación que viene detrás de la Generación Z ó postmilénica (1997 – 2012), la “nueva normalidad” postpandémica será simplemente su “normal”, y el impacto de este cambio generacional en la economía global será profundo. Para 2030, habrá 2.700 millones de personas de 19 años o menos.
Estas personas, que ingresarán en el mundo laboral y acelerarán el consumo, tendrán poca o ninguna experiencia del mundo antes de COVID-19. En comparación con sus predecesores, esta generación probablemente tendrá un nuevo conjunto de supuestos y expectativas en torno a la sociedad, la tecnología y la ética, y el papel de las empresas privadas en el suministro de bienes públicos y del sector público en cuanto a diseñador de unos trazos en los que prime un interés colectivo ecológico y sostenible.
Entre las consecuencias de la pandemia del COVID-19, ésta propiciará la gestión de una nueva generación, con idiosincrasia distinta a la de las predecesoras. Los hábitos generados a lo largo del confinamiento para hacer frente a sus consecuencias, supondrán un cambio en las características de esta nueva generación, que pueden analizarse desde puntos de vista optimistas y pesimistas.
Pablo Fernández Arias y Diego Vergara Rodríguez, investigadores de la Universidad Católica de Ávila se refieren a esta nueva generación como “la generación de la mascarilla” o en inglés “Mask Generation”, nacida a partir del año 2019. Afirman que “tendrá características similares a sus antecesoras, pero es posible afirmar que los momentos históricos acontecidos a lo largo de los últimos meses supondrán un cambio en sus características”.
La naciente generación, desde un punto de vista optimista, dicen los investigadores, asumiría las consecuencias de la pandemia como una oportunidad de cambio y de mejora. Supondrá un cambio positivo en las futuras generaciones. Por tanto, se caracterizará por:
Aumento de la resiliencia: los jóvenes nacidos dentro de esta generación y aquellos que se encuentran en las etapas tempranas, afrontan los hechos acontecidos a lo largo de los últimos meses de confinamiento y posterior desescalada con una elevada capacidad de cambio y actitud positiva, lo cual marcará una personalidad más competente para afrontar circunstancias adversas.
Elevado conocimiento de las TIC y redes sociales: los largos periodos de confinamiento han supuesto un cambio abrupto en los hábitos de comunicación, relación social y trabajo. Los actuales jóvenes en el futuro es probable que tengan, por tanto, un elevado conocimiento de las tecnologías de comunicación y las redes sociales.
Elevada inteligencia emocional: los hechos acontecidos durante esta pandemia, así como sus consecuencias, supondrán el desarrollo de una elevada capacidad en elementos de la inteligencia emocional, como el autocontrol o la automotivación.
Aumento de la empatía: en el futuro, seremos más empáticos, aumentará nuestra capacidad para el reconocimiento de emociones ajenas y la capacidad de ponernos en el lugar del otro.
Aumento de la creatividad y la capacidad de emprender: los grandes cambios suponen grandes revoluciones y, de este modo, la carrera técnica y científica por el desarrollo de una vacuna efectiva contra el Covid-19 y el surgimiento de ideas innovadoras para hacer frente al confinamiento y la distancia social, supondrán en un futuro un aumento en la creatividad y la capacidad de emprender de los nacidos dentro de esta generación.
Entre las consecuencias negativas que predicen los investigadores, el COVID-19 provocará en la futura generación de la mascarilla:
Frustración ante el cambio: los duros momentos vividos durante esta pandemia han supuesto en los jóvenes la paralización de sus planes, sueños e inquietudes. Estos hechos tendrán consecuencias psicológicas, que supondrán un aumento en el futuro de su frustración ante el cambio.
Aislamiento: la pandemia del Covid-19, así como el aumento de las tecnologías de comunicación y las redes sociales, supondrán en el futuro un aumento en la capacidad de aislamiento social, reduciendo la necesidad de establecer relaciones sociales, así como la necesidad de empatizar con los demás.
Estrés: los duros momentos vividos a lo largo de esta pandemia han supuesto un aumento de las situaciones de estrés a nivel familiar, social y laboral. En el futuro, estos momentos se reflejarán en el aumento del estrés en nuestros jóvenes.
Rechazo social: la distancia social está suponiendo un cambio en la forma de relacionarnos. En el futuro, los actuales jóvenes rechazarán el contacto, evitarán el cara a cara y la comunicación verbal. Se sentirán más cómodos al relacionarse a través de aplicaciones y redes sociales.
En la realidad habrá una repercusión desde ambas perspectivas, que marcarán claramente la personalidad de esta “generación M”, en unos casos con una influencia más marcada hacia la perspectiva optimista y en otros hacia la pesimista.
La historia refleja que los grandes acontecimientos han supuesto un cambio del paradigma y la creación de una humanidad mejor. Esperemos, por tanto, que el Covid-19 y sus consecuencias permitan desarrollar una generación de jóvenes más positivos, con una elevada inteligencia emocional, habituada a las nuevas tecnologías y con una elevada capacidad hacia la investigación y la innovación.