La cantidad de programación disponible en streaming ha alcanzado cifras impresionantes y sigue en aumento. En julio de 2021, había la friolera de 1.9 millones de títulos de vídeo en todo el panorama televisivo de los de EE. UU., Reino Unido, Canadá, México y Alemania, el 89 por ciento de los cuales estaba disponible en streaming. En solo dos años, esa cantidad aumentó a 2.7 millones de títulos.
Hay más lugares que nunca para transmitir programas de televisión, pero los consumidores están luchando por sortear el marasmo de contenido. Según nuevos datos de Nielsen, uno de cada cinco consumidores declara que se dio por vencido por completo de explorar, lo que representa una oportunidad perdida para las plataformas que buscan interactuar con esos espectadores (o mostrarles publicidad).
Si a esta frustración sumamos la reciente represión de Netflix para compartir contraseñas, los aumentos de precios de Disney+ y la consolidación con Max, el entorno nos es muy positivo.
A medida que crece la disponibilidad de títulos, también crece el número de lugares a los que se puede acceder a ellos. Según Gracenote, las audiencias en EE. UU., Reino Unido, Canadá, México y Alemania tienen casi 40.000 canales, agregadores y servicios de streaming para elegir.
Esto ha generado un curioso fenómeno: la visualización de contenido patrocinado va en aumento. En EE. UU., en mayo 2023, la visualización de vídeo a la carta por suscripción (Suscription Video On Demand) se redujo a aproximadamente la mitad de todas las vistas en streaming, mientras que la visualización de vídeo a la carta con publicidad (AVOD) creció aproximadamente una cuarta parte de la visualización de televisión. En general, se espera que los ingresos por publicidad en los servicios AVOD alcancen los 91.000 millones de dólares en 2028, mientras que los de streaming gratuito con publicidad (FAST) superen los 18.000 millones de dólares, según Digital TV Research.
La televisión en streaming atraviesa una crisis existencial que involucra tanto a las personas que la hacen, como a aquellas que la ven. Su frenesí revolucionario se ha desvanecido, a medida que esa ola inicial de expansión casi ilimitada, oportunidades creativas sin fronteras y vastas opciones de archivos, ponen los pies en la tierra después de una serie de megafusiones y la caída en el número de suscriptores.
Y es que los usuarios están envueltos en esta desordenada agitación del streaming: hay demasiados programas, pero no suficientes, y nunca se sabe si tus favoritos desaparecerán. Los precios siguen subiendo. Con tantos servicios y los requisitos de banda ancha para usarlos, no es mucho más barato que el cable, y terminas con una imagen a veces borrosa y velocidades de cuadros bajas, hay que agregar además los anuncios comerciales. Y ni siquiera profundicemos en el hecho de que diferentes servicios de streaming funcionan mejor en diferentes piezas de hardware, ya sea Roku, PlayStation, Amazon Fire Stick o un Smart TV.

Si bien es maravilloso poder acceder a tantos servicios de streaming, los consumidores empiezan a extrañar los momentos más simples en los que los programas y películas favoritos estaban en un par de lugares. También se han dado cuenta qué al tener varias plataformas, están pagando una cantidad mayor a tener contratado un sistema de televisión por cable o satelital.
Los consumidores se están deshaciendo de contrataciones individuales de servicios de streaming, aunque, seleccionar los más convenientes no resulta tan fácil. Pero con tantas opciones a la caza del dinero del espectador, lo lógico es poner pausa y evaluar la manera de contraerse y quedarse con aquellos que son más afines a sus gustos y a su presupuesto. Lo cierto es que los consumidores atraviesan un palpable divorcio con las plataformas de streaming y eso no es un secreto para la industria.