Quizás uno de los elementos más emblemáticos de la llamada experiencia Starbucks, es el cambio de nombre de los clientes en cada pedido.
Más allá de ser un acto que, en la mayoría de los casos, puede arrancar una sonrisa al cliente frente al mostrador, se trata de una estrategia que la maca de la sirena ha popularizado con miras ha incrementar su presencia en el espacio digital de manera orgánica.
Lo que hay detrás de la estrategia
De acuerdo con Forbes, hay una razón por la que escriben mal los nombres y tiene que ver con el hecho de que propicia una mayor interacción consumidor-barista, obligando a estos últimos a memorizar sus nombres reales y con ello generar una mayor empatía en cada una de las visitas que realizan.
Para The Daily Mail se trata de una estrategia que impulsa el nombre de la marca en redes sociales, donde los usuarios comparten sus nombres escritos erróneamente, lo que termina en una mayor recordación de marca.
Los números son claros en este sentido. Desde Bradnwatch, hacia 2017, se dieron a la tarea de identificar cuántas personas compartían cada semana algún tweet relacionado con la mala escritura de su nombre en un vaso de Starbucks.
Luego de hacer un análisis en Estados Unidos y Reino Unido se llegó a la conclusión de que en promedio se hacían 2 mil 814 menciones diarias de la marca por este hecho que es una práctica habitual desde 2012.
Un problema en tiempos de convulsión
Si bien la mayoría de las veces este “cambio de nombre” tiene un final feliz entre los clientes de la firma, la realidad es que existen otros casos no tan afortunados.
Tal es caso reciente de una clienta musulmana que ha interpuesto una demanda en contra de Starbucks y Target por las aparentes malas intenciones de una barista.
Identificada con el nombre de Aishah, la adolescente musulmana presentó una queja de derechos humanos en contra de Target y Starbucks, luego de que en una cafetería ubicada dentro del supermercado, una empleada de la cafetería decidiera cambiar el nombre de la clienta por el acrónimo del Estado Islámico de Irak y el Levante en inglés (ISIS).
En entrevista para CNN, la joven de 19 años indicó que a pesar de que repitió varias veces su nombre a la barista esta simplemente decidió sustituirlo por la palabra “ISIS” que en tiempos actuales y luego de lo ocurrido en Medio Oriente o en países como Estados Unidos se relaciona con actos terroristas.
“Cuando preguntó por mi nombre, lo repetí lentamente varias veces. No hay absolutamente ninguna manera de que ella pudiera haberlo confundido con ISIS. Aishah no es un nombre desconocido y lo repetí varias veces”, aseveró al tiempo que explicó que cuando fue a cuestionar a la barista acerca de la situación, simplemente la empleada le dijo que había puesto el nombre que escuchó.
Luego de recibir esta respuesta, Aishah pidió haber con el gerente, quien decidió solucionar el problema con una tarjeta de regalo de 25 dólares, para después escoltar a la afectada fuera del establecimiento con elementos de seguridad. Es por esta razón que el Capítulo de Minnesota del Consejo de Relaciones Estadounidenses-Islámicas (CAIR-MN, por sus siglas en inglés), que representa a la adolescente, pidió el despido tanto de la barista, como del gerente.
Si bien la idea de cambiar el nombre de los clientes resulta ingeniosa y atractiva para posicionarse en la conversación online, de la misma manera que sucede con otros recursos de marketing, es vital que Starbucks oriente a sus clientes sobre el buen manejo de esta táctica de lo contrario, casos como el de esta jóvenes musulmana seguirán ocurriendo y causando un dolo de cabeza para la marca.