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Viralizan historia laboral de una recepcionista que fue despedida por mala actitud.
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La joven sólo tenía dos días laborando en el Spa británico cuando decidió vengarse.
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Arrebato de enojo hizo que joven terminara en juicio y el local en quiebra financiera.
Las relaciones laborales entre jefe-subordinado siempre son importantes, más allá del ambiente laboral sano que toda empresa debe asegurar, por el tipo de información que se comparte, pues así como no todas las empresas tienen prácticas honestas en Recursos Humanos, tampoco todos los empleados tienen buenas intenciones, sobre todo cuando se trata de una persona que fue despedida en malos términos pues, en ocasiones, su “venganza” puede generar repercusiones irreparables a la reputación o finanzas de la compañía.
Al menos ese es el aprendizaje que deja la historia de Lauren Arafat, quien logró dejar en quiebra al negocio que la liquidó con sólo dos días de trabajo. El caso terminó en juicio y marca un aprendizaje para ambos lados de un contrato laboral.
La despiden y regresa para vengarse… negocio quiebra
De acuerdo con Examiner Live, Lauren Arafat es una joven británica de 30 años que demostró su inconformidad por las “malas prácticas de Recursos Humanos” en The Potting Shed Spa, ubicado en la ciudad de Betley, mediante una venganza laboral que se salió de control.
Y es que, a sólo dos días de iniciar sus labores en el lugar, sus jefes la despidieron por tener un “comportamiento errático”, lo que la llevó a buscar la forma de perjudicar al negocio y su dueña, Sam Pearce.
El caso ocurrió en mayo de 2019; sin embargo, el juicio y sentencia se ha viralizado hasta ahora gracias a una entrevista realizada por medios internacionales en donde se destapó el problema legal laboral.
De acuerdo con lo narrado en el juicio, Pearce le enseñó a Lauren a utilizar un programa de computadora para agendar todas las citas de los clientes del spa, entre otras actividades administrativas.
No obstante, la relación entre ambas no fue sana debido a una serie de “conductas inapropiadas” de la recepcionista durante el ejercicio de sus labores.
“En su segundo día de trabajo, se comportó de forma errática y hubo una serie de problemas que dieron lugar a que la propietaria iniciara una reunión de personal y luego resolviera echarla”, señaló la Fiscalía británica.
La venganza… no tan dulce
Luego de dos días de trabajo y una disputa labora con sus jefes, a Lauren no le quedó de otra que tomar sus cosas e irse… pero no sin antes planear su venganza contra el establecimiento.
La joven decidió entrar de “infraganti” al sistema interno del The Potting Shed Spa, usando su smartphone y la cuenta corporativa de otro empleado –nombre y contraseña–, eliminando 211 turnos programados de clientes que tenían cita en el local.
“La dueña tuvo que llamar por teléfono a los clientes para volver a agendar sus citas y también averiguar si se habían borrado otras”, expresó la fiscalía.
Y aunque esta acción pareciera sencilla e inocente, la venganza de la joven desembocó en que el negocio sufriera graves problemas financieros, incluso los empleados relataron cómo Pearce tuvo que cerrar por dos días el establecimiento.
“Lo intentamos todo con un coste financiero personal para mantenernos a flote, pero se trazó una tormenta perfecta que forzó la bancarrota de mi negocio. En última instancia, destruyó por completo la reputación, los planes y todo”, expuso recientemente la dueña del Spa a medios británicos.
El caso fue llevado a tribunales y miembros de la corte determinaron mala fe en las acciones de la ex empleada, quien cometió una “venganza sofisticada” de sólo 30 minutos.
“Usted eligió ocultar su identidad y poner la sospecha sobre otra persona. Usted estaba claramente motivada por la venganza. Tengo la sensación, basándome en el informe previo a la sentencia, de que usted es una persona relativamente arrogante que se da demasiada importancia a sí misma y a su autoestima”, le dijo el juez Simon Batiste a la ex recepcionista.
Arafat se declaró culpable del delito por uso indebido de ordenadores, actos no autorizados con la intención de perjudicar o con imprudencia para perjudicar el funcionamiento de un ordenador, por lo que fue sentenciada a 250 horas de trabajo comunitario sin remuneración y 15 días de “actividades de rehabilitación”.
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