Mucho tiempo ha pasado desde que Gallup, pionero en la medición de la audiencia en radio y televisión a través de encuestas en los EUA, hablara de esta práctica que ahora permanece con cuestionado éxito en los ámbitos empresariales y políticos.
Cuenta la historia que George Gallup predijo correctamente a partir de realizar sólo cinco mil encuestas, el resultado de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos de 1936, (eran tiempos de Franklin D. Roosevelt) con buen tino y una metodología apropiada a la época.
Desde entonces, todo cuarto de guerra electoral que se precia de ser profesional, utiliza las encuestas para diferentes acciones y momentos: medir el nivel de posicionamiento de un candidato, conocer la efectividad de un gobierno, descifrar quién de los contendientes de un partido podría ganar la elección interna y posteriormente la elección constitucional etc.
Medir para planear se convirtió en la oferta de valor de las diferentes casas encuestadoras que se han establecido para ofrecer sus servicios de inteligencia comicial siendo ahora actuarios, politólogos, mercadólogos y comunicadores los líderes de estos proyectos que complementan y en la mayoría de los casos se integran a los WAR ROOM de los diferentes candidatos en los tres niveles de gobierno.
Pues bien, estamos a 22 días de una de las elecciones más importantes de México y que definirá un nuevo rumbo o la continuación del mismo, impuesto por el gobierno federal en este período y bajo este contexto, las encuestas han venido desempeñando un rol clave para predecir a los ganadores entre los más de veinte mil cargos que se disputarán en las urnas este próximo dos de junio.
Sin embargo, con el paso de los años, las encuestas han venido perdiendo brújula y su oferta de valor que es la de brindar información oportuna y veraz a sus clientes lo ha colocado en el foco de atención de los políticos, medios de comunicación y de la ciudadanía en general que ven que los resultados emanados de estos estudios no son congruentes y sólidos, vaya para decirlo en una palabra, no cuadran para reflejar de manera acertada, la realidad de sus candidaturas comparada con las de sus adversarios políticos quedando su imagen cuestionada y lo que es peor, confundiendo a la opinión pública.
Es deseable que las encuestas vuelvan a ser el pulso de la sociedad al realizar su trabajo bajo claras metodologías, de preferencia cara a cara, es decir, domiciliarias, para que el evaluador registre incluso las emociones del cuestionado.
También es fundamental que las encuestas dejen de ser un instrumento de presión y propaganda para que vuelvan a orientar al ciudadano.
Nos encontraremos más adelante.
Federico Torres López.