La creación de la carita feliz se atribuye al estadounidense Harvey Ball, quien en 1963 cobró 45 dólares por realizarla para la compañía de seguros State Mutual. Luego de pensar durante unos días, en 10 minutos trazó, sobre un fondo amarillo, que le evocaba al sol, los ojos y la sonrisa, la construcción del gesto más reconocible de bienestar o felicidad. Sin embargo, ni Ball ni la firma la registraron.
La carita feliz es el ícono madre de tantos otros, o piedra fundamental de los emojis. Parece haber estado siempre ahí. Comenzó con la sonrisa sola. Poco después le agregaron los ojos y el color. Así Smiley, la famosa carita sonriente amarilla, nació formalmente en 1972, cuando el periodista francés Franklin Loufrani la registró. Está cumpliendo medio siglo existir legalmente y de ser un referente del diseño gráfico internacional e influencia cultural que va desde Talking Heads a Nirvana, de Acid House a DC Comics, de Banksy a Murakami. A lo largo de su historia se han dado ásperas peleas en los tribunales por el derecho a usarla.
Smiley es una marca global con más de 400 socios comerciales internacionales, y continúa inspirando la creatividad del mundo del arte, moda, cine, música, prensa y en general el pop culture. Desde su creación ha vivido varias vidas, al punto de originar un lenguaje propio: los emojis.
La carita feliz cobró vida propia más allá de State Mutual: en 1970 se puso de moda y un año más tarde era la imagen más vendida de los Estados Unidos. Innumerables objetos mostraban su sonrisa
La moda pasó, como todas, pero aquí y allá la imagen se mantuvo con vida, hasta que a finales de la década de 1980 regresó con todo al centro de la escena, acompañada por numerosos símbolos y artefactos culturales de los ’60s y los ’70s, recordó My Modern Met. Sudaderas, tarjetas, autoadhesivos, llaveros: la carita estaba por doquier.
Otros, sin embargo, se enriquecieron tras hacer el registro intelectual. A comienzos de la década de 1970 los propietarios de la empresa de tarjetas Hallmark, Bernard y Murray Spain, inscribieron a su nombre el diseño junto con el eslogan “Que tengas un día feliz”. Vendieron 50 millones de broches en una campaña que, además de apuntar a ganar dinero, intentaba subir el ánimo colectivo en los Estados Unidos afectados por la guerra de Vietnam. “Los hermanos se atribuyeron públicamente el crédito del símbolo en 1971, en el programa de televisión What’s My Line, a pesar de saber que Ball era el diseñador original”, señaló My Modern Met.
Pero ¿qué hay de la versión digital? ¿A quién se le ocurrió el conjunto de caracteres que representaba un rostro feliz y reemplazaba el lenguaje en los mensajes electrónicos de los ochenta? A Scott Fahlman, un científico de la computación de la Universidad Carnegie Mellon.
Antes de los emojis —las pequeñas ilustraciones de expresiones faciales que utilizamos actualmente— existieron los emoticonos: símbolos hechos con caracteres ASCII (signos de puntuación, números y letras) que expresaban una emoción o un sentimiento. De hecho, su nombre viene de las palabras en inglés emotion y icon.
Los emoticonos surgieron por una broma que salió mal en la Universidad Carnegie Mellon, en 1982. En un tablero de mensajes en línea de la institución, alguien publicó una broma sobre un falso derrame de mercurio y toda la universidad entró en pánico.
Debido a la enorme confusión, Fahlman, un joven miembro de la Facultad de Ciencias de la Computación, sugirió utilizar un par de símbolos para diferenciar un texto serio de una broma al comunicarse por el tablero de mensajes: se trataba de una cara feliz y una cara triste. Y para compartir su idea, les envió un mensaje a todos diciendo:
“Propongo la siguiente secuencia de caracteres para marcar bromas: 🙂 Léanlo de lado. En realidad, es probable que sea más económico marcar cosas que NO sean bromas, dadas las tendencias actuales. Para esto, utilicen: :-(”.
Ese fue el mensaje original que envió Fahlman a sus colegas con la sugerencia, el cual fue emitido el 19 de septiembre de 1982. Fue la primera vez que se utilizó un símbolo de una cara en un formato de tres caracteres, el cual constaba de dos puntos, un guion y un paréntesis, y se leía con la cabeza inclinada.
La idea le agradó a la comunidad de la Universidad Carnegie Mellon, así que la carita feliz y su contraparte triste comenzaron a ser utilizadas intensivamente. Incluso llegaron por correo a las redes de otras universidades, por lo que su uso fue aún mayor.
Desde su creación, la misión de la carita feliz ha sido difundir buenas noticias y el mantra “tómate el tiempo para sonreír”, muy oportuna en estos tiempos de incertidumbre.