Por: Camila González
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Cada día me impacta más y lo reflexiono más. Nos enloquecimos con los teléfonos móviles, si pudiéramos nos bañaríamos con ellos, porque seguro muchos se sientan en la taza del baño con ellos en la mano. Siempre lo he dicho, ¿no es grave esta tendencia a no poder soltar el aparatito? La vida se esfuma mientras anclamos miles momentos en la pantallita boba. Ya ni importa que vemos en ella, lo que sea, parece haberse convertido en el único refugio cómodo para nuestras mentes.
Y lo más grave es que me incluyo, incluyo mi mente en ese paquete. Pues les cuento, no sé si para preocuparlos o para sensibilizarlos –espero que la segunda- que el estudio 2013 Mobile Consumer Habits revela que en Estados Unidos cada vez más personas usan su celular mientras tiene relaciones sexuales… Dice la investigación que 9% de la población estadounidense lo hace. Esta cifra se eleva a 20% entre la gente de 18 a 34 años. Qué loco.
Además, 35% sigue respondiendo mensajes, chateando y hasta respondiendo llamadas mientras está en el cine o teatro; 19% lo usa en la iglesia; 33% en una cita con otra persona (punto que me choca sobre manera); y 12% en la ducha… Literal, hay gente que se baña con ellos. Pero más grave aún, 55% no puede dejar quieto el teléfono mientras va manejando.
A mí lo que me produce angustia es que le demos tanto poder a un artefacto que más allá de ser útil, que es lo que es, se ha convertido en una pura obsesión. Dicen los resultados de esta encuesta que 33% de las personas lo usan en una cita para cenar y 32% no lo apaga cuando está viendo alguna presentación de su hijo en la escuela.
Cerca de 72% de los estadounidenses no pueden tener su celular a más de 5 pies de distancia todo el tiempo. ¿A dónde iremos a parar?
Y se escapa la vida, no me lean como una romántica, lo digo seriamente.
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