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Carstens advirtió que la situación de bancarrota de las empresas va a empeorar según cómo evolucione la crisis de la COVID-19
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Larry Summers, profesor emérito de la Universidad de Harvard, también participó en la reunión donde el ex-líder de Banxico compartió esta visión
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Durante su intervención, criticó a los “gobiernos populistas” de México, Brasil y Argentina por la gestión poco efectiva de la actual pandemia
Si bien en muchos países se esta viendo un proceso de recuperación económica positiva, aún hay muchos problemas que superar. Al menos así lo apuntó Agustín Carstens, actual director general del Banco de Pagos Internacionales y ex-gobernador del Banco de México (Banxico). De acuerdo con El Financiero, el especialista teme que todavía se vayan a ver bancarrotas en todo el mundo. Esto sería especialmente cierto para las industrias que más sufrieron la crisis.
Durante la Conferencia Internacional de Banca, organizada virtualmente por Banco Santander, Carstens señaló que se esperan aún más dificultades a futuro. Reconoció que varios agentes, al inicio de la pandemia, esperaban que la crisis económica causada por la COVID-19 fuera a ser transitoria. Sin embargo, ahora espera que dure mucho más de lo previsto. Reconoció el papel de varios gobiernos que han liberado sendos paquetes de ayuda a negocios y familias.
Al mismo tiempo, recordó que muchos gobiernos ya han empezado a suspender este tipo de paquetes de ayuda. De acuerdo con El Financiero, Carstens apuntó que “llegará un momento en el que la acción gubernamental no pueda impedir el incremento de bancarrotas”. Esto, por el hecho que muchos agentes en el sector privado se encuentran muy endeudados. Por ahora, dijo, no se han visto muchos problemas. A la vez, apuntó que esta situación puede cambiar.
Sobre las declaraciones del ex-líder de Banxico: ¿Ciertas o falsas?
Parecería que la visión de Carstens no es del futuro, sino sobre el presente de varios países. Por ejemplo, en México la Alapyme compartió hace semanas que, entre abril y agosto, más de 320 mil pequeñas empresas tuvieron que cerrar permanentemente. En países como Suecia se vieron saltos importantes en bancarrotas entre marzo y julio, pero parecen haber bajado. Y en Estados Unidos (EEUU), según Tryascend, hay más de 450 mil empresas en esa situación.
Sin embargo, sí se nota una recuperación clara. Y ésta es más evidente en los países donde, como Carstens alabó, no se escatimaron en gastos para superar la crisis de la COVID-19. De acuerdo con Statista, Canadá, Japón y EEUU son de las naciones del G20 que dedicaron la mayor cantidad de dinero a soportar a negocios y familias, en relación a su PIB. Según The Conference Board, en la Unión Americana solo caerá la economía un 3.8 por ciento en 2020.
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Para 2021, se espera un crecimiento de 3.2 por ciento. El National Bank of Canada calcula para ese país una baja de 3.7 por ciento en 2020 y un rebote de 4.9 por ciento el próximo. En Japón, según Reuters, las cifras serán cinco y 3.4 por ciento. Frente al caso mexicano, que el Fondo Monetario Internacional (FMI) dijo se caerá en 10.5 por ciento, la diferencia es notable. Pero incluso las naciones que han gastado mucho están en peligro; como apunta Carstens.
Sobre el problema que dibuja Carstens y cómo limitar su impacto
Independientemente si un país tuvo la disposición de invertir o no en su economía, lo cierto es que, como apunta Carstens, muchas administraciones están cortando el flujo de dinero. De acuerdo con el Washington Post, por ejemplo, en EEUU se cortó el paquete de ayuda a los negocios hasta después de las elecciones. Y según el FMI, ya desde antes existía una ola de deuda que amenazaba a las economías y que, con la crisis de la COVID-19, empeoró más.
Lo anterior no quiere decir que los países que decidieron gastar mucho para mantener a los negocios hayan tomado la decisión correcta. Su inversión significó un apoyo invaluable para una infinidad de familias para salir adelante durante la crisis. Pero las advertencias de Carstens no dejan de ser ciertas. La única opción en el futuro es que agentes públicos y privados (entre ellos, los bancos y las empresas) establezcan sistemas para gestionar la deuda con cuidado.