Si bien el buen desempeño laboral exige compromiso, destreza y los cinco sentidos puestos en las responsabilidades en el trabajo, las diferentes especialidades vocacionales y sus necesidades exigen diferentes horarios y hábitos.
Sin embargo, y más allá de que diferentes trabajos requieren distintos tiempos, ha quienes caen en un exceso laboral que puede llegar a afectar su salud física y mental, aislarles socialmente y convertirles en auténticos adictos al trabajo.
Convertirse en workaholic -trabajólico, sería su adaptación al español- o en un obsesivo del trabajo es un riesgo en que todos podemos caer. Si quieres saber si te estás convirtiendo en una persona con esta adicción conoce algunas de sus características.
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- Buscan pretextos para no descansar. Los trabajadores compulsivos siempre encuentran alguna actividad para no salir temprano del trabajo ni tomar vacaciones. Y cuando están fuera de las actividades el tiempo parece ser más largo para ellos. Suelen darle poca atención a sus familias y seres queridos.
- Están conectados de manera permanente. Estas personas suelen estar disponibles las 24 horas, los siete días de la semana, los 365 días del año. Su línea telefónica está siempre abierta, están conectados internet de manera permanente por medio de diferentes dispositivos y son capaces de enviar y responder correos electrónicos aún de madrugada.
- Suelen ser egocéntricos. Estas personas pueden caer en actitudes arrogantes y egocéntricas primero y pensar, en ocasiones, en su beneficio personal por encima de las demás personas, por ello serían capaces de olvidar compromisos familiares y de alejarse de sus amistades… suelen ser también esclavos de su imagen personal.
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- Incapaces de delegar responsabilidades. Este tipo de personas tiene un gran temor de delegar tareas por desconfianza hacia los demás, lo cual resulta riesgoso para la salud de las relaciones al interior de los equipos de trabajo y para la suya propia. Y es que son capaces de no comer y no dormir con tal de cumplir con los compromisos extraídos.
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- Llegan primero, se van al final. Estas personas parecen convertirse en parte del inventario del centro de trabajo porque todos los compañeros los ven de manera permanente. Pueden tomar jornadas de más de 12 horas y no parece afectarles -aunque sí les genera daños en realidad-.
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- Descuidan sus relaciones afectivas. Como decíamos puntos atrás, los trabajólicos tienen dificultades para conservar a sus amistades, procurar a sus familias y mantener relaciones sentimentales duraderas.
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- No saben decir que. Las personas adictas al trabajo suelen ser incapaces de negarse a alguna responsabilidad o petición en ámbito laboral, lo que puede reflejar también problemas de autoestima.
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Si te identificas con más de uno de estos síntomas, lo mejor es que busques ayuda, te relajes y sepas que esto puede afectar a tu salud. Datos de Statista indican que Turquía, Corea del Sur, Indonesia, India, Grecia, Japón, China, Reino Unido, Francia, Brasil y Rusia son, en este orden, los países en en donde los empleados suelen trabajar más de 60 horas a la semana.
Pero, desde luego, no necesitas ser de estas naciones para caer en el riesgo de convertirte en un trabajador compulsivo. Es importante que busques un equilibrio entre tu trabajo -que es importante y representa tu sustento- y el resto de tus actividades personales.