Por: Camila González
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@GFCam
Como si fueran pocas las responsabilidades virtuales, que crecen a cada instante; la cantidad de contraseñas y nombres de usuarios para entrar a los múltiples perfiles y aplicaciones; las actualizaciones de nuestras imágenes en la Red, etc., algo que puede avecinarse, y que me tiene aterrada como buena “grinch digital”, es que a este paso vamos a tener que comprar seguros para salvaguardar nuestro buen nombre en la nube, sí, tal cual, nuestra dignidad digital.
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¿Dignidad digital? Así como lo oyen, hay que cuidar esa nueva y sumamente vulnerable, e intangible por cierto, imagen virtual que en un abrir y cerrar de ojos está en quién sabe qué bocas de la Red… Esa dignidad es tan frágil y tan sencilla de destruir en el avasallador proceso de “viralización” de las redes sociales e Internet en general, que incluso va a ser necesario que busquemos quién sepa protegerla más que nosotros.
Hablo de “aseguradoras para la dignidad digital”, no poca cosa, ya existen quienes se dedican a reaccionar ante los comentarios destructivos acerca de marcas o personajes, y a la velocidad de los post y los tuits reaccionan con estrategias para contrarrestar los rumores, propagaciones y hasta enormes mentiras que la fuerza del social media es capaz de albergar en su mar de información. Porque en ese mar puede ahogarse cualquiera.
Hoy se cuida la reputación digital de las marcas y las personas públicas mediante esquemas que las agencias digitales han llamado “sistemas de alerta” o “manejo de crisis”, y que consisten en el monitoreo constante de los contenidos más un grupo de chavos tuiteros nivelando los trending topics con otros tantos comentarios repetidos… toda una guerra de los comentarios en la Red, que seguro se está volviendo una especialidad laboral.
Quienes llevan las cuentas digitales de Aeroméxico, por ejemplo, están pendientes y listos para contrarrestar el desprestigio que puede causar tuitear acerca del retraso de un vuelo por parte de alguien con muchos seguidores. Otro caso el fue del manejo digital de lo ocasionado por un funcionario de Nestlé que hace un tiempo se equivocó y habló de privatizar el agua, opinión que fui tuiteada y estaba perjudicando la imagen de la compañía; otro fue el reciente caso de Azcárraga y su playera en el estado. Los estrategas digitales buscaron la forma de “cambiar la historia” y hacerlo quedar públicamente como un “héroe”.
Me imagino cosas como: mi seguro digital me cubre contra tuits malintencionados que denigren mi imagen o me protege de raspones y rasguños digitales en mi autoestima… Suena gracioso, lo acepto, pero en el fondo es miedoso saber que lo que inició siendo solamente sorprendente y novedoso, e inofensivo, para subir fotos y compartir frases y pensamientos, hoy es un universo con una serie de implicaciones que, estoy segura, poco dimensionamos…
Claro, para comprar su seguro de dignidad digital (SDD), uno tendrá que ser víctima de un estudio de comportamiento digital, llenar un formulario en el que debe confesar todos sus pecados digitales e incluso comprometerse con la aseguradora a no hacer ciertos movimientos digitales sin el consejo o aprobación del agente asegurador que nos va a cobijar. Ah, bueno, y habrá que renovar la póliza cada cierto tiempo, porque quedar a la intemperie digital no se le recomienda a nadie.
Pues sí, a lo que le temo es que esta bola de nieve crezca y crezca –me encanta exagerar- y esos casos ya no sean solamente del político malhablado o de la actriz borracha, sino que todos estemos en peligro frente al alcance de la Red…
