La sociedad de la información cambió los escenarios comunicacionales, hoy caracterizados por la inmediatez y la diversidad de canales, y las redes sociales han provocado que las noticias que antes podían tener un alcance limitado ahora tengan una amplificación mayor gracias a los entornos digitales.
En este contexto la condena digital, favorecida por el anonimato que brindan las redes sociales, se volvió la herramienta utilizada por la gente para decretar quién es culpable o inocente en los casos mediáticos.
El reciente juicio que enfrentó a Johnny Depp contra su ex esposa, Amber Heard, y el diario británico The Sun, no solo es uno de los más largos y mediáticos sino también un claro ejemplo de cómo hoy a la par de todo proceso judicial público, se realiza otro juicio en las redes sociales.
Ya no importa lo que dictamina un tribunal, en este y otros casos. Los ciudadanos a través de las redes sociales, sin leer pormenores ni sentencias, se erigen en jueces que deciden quién es culpable o inocente.
Siempre a partir de la espectacularización que se le otorga a los casos mediáticos se genera un juicio paralelo en las redes sociales del que somos partícipes como creadores de opinión y “justicieros”. En pocos minutos se crea un discurso basado en especulaciones y se condena o absuelve a los involucrados en el acontecimiento, que generalmente suelen ser celebrities, según nuestro propio juicio y mirada. Y, si además se trata de seguidores o detractores del famoso o famosa en cuestión, la presión, el interés y el juicio se intensifican.
En definitiva, de las numerosas transformaciones generadas por las redes sociales, esta es particularmente interesante de analizar porque cuando las redes se convierten en tribunal y nosotros en jueces, puede ser peligroso. Primero porque no tomamos dimensión de hasta dónde puede llegar lo que decimos y, segundo, porque como dice la frase “Internet no olvida” y aunque lo borremos, si ya lo levantaron quedará para siempre.