Dicen en los círculos literarios que existen dos tipos de escritores: los que nacen con el genio y los que lo trabajan. Mario Vargas Llosa pertenece a la segunda categoría. Él mismo lo ha dicho: la escritura es una disciplina férrea de la que jamás, ni en el peor de los días, se debe claudicar. Un soldado de la letra. Eso es el Nobel de Literatura. Curioso que La ciudad y los perros, su primera novela, sea justamente un retrato crítico sobre la milicia.
El Nobel de Literatura acaba de cumplir 85 años y de qué forma. El maestro sigue escribiendo y su tema predilecto sigue siendo su gran llaga: América Latina. Pocos autores han sido tan críticos hacia los regímenes de izquierda o de derecha que han gobernado en la región. Y aunque muchos lo señalan por tener una inclinación más pronunciada hacia el conservadurismo, no se puede negar que Vargas Llosa es un escritor (como decimos coloquialmente en México) con pocos pelos en la lengua.
Dentro de los grandes privilegios que concede trabajar en el ambiente de la comunicación y las relaciones públicas, está el de trabajar de cerca con personas que ni en sueños imaginaste a tu lado. Uno de ellos es el maestro Vargas Llosa. En Comunicación Spread, tuvimos el honor de trabajar con él una estrategia de comunicación en inteligencia mediática, enfocada principalmente para Viva Perú, un evento que exaltó las bondades culturales y artísticas del país sudamericano, y que promovió el intercambio de ideas con México.
Siempre es enriquecedor ver a los creadores en ámbitos que no son los suyos. Haber conocido al maestro Vargas Llosa fuera de los libros, que representan su mayor pasión, me permitió entender su obra de una forma más orgánica.
A veces, los artistas son juzgados por razones que van más allá de su labor estética y cultural. Y eso no siempre acaba bien. Por fortuna, el maestro Vargas Llosa es un viejo lobo de mar que sabe sortear esa clase de escollos. En Spread tuvimos la fortuna de empatar nuestros conocimientos en comunicación con sus intenciones de promover la cultura peruana. Coincidimos, ambos, en que la forma de contar las cosas lo es casi todo. Quizás por ello nos comentó que Spread es una agencia que “muchas empresas quisieran haber descubierto”.
El único sobreviviente del boom latinoamericano se conduce con una sinceridad digna de respeto. Hace un par de días, la revista Letras Libres le hizo una extensa y profunda entrevista en la que el peruano responde algo que deja muy en claro en qué etapa literaria tan madura se encuentra:
“Pues sí, hay muchas cosas que yo lamento muchísimo haber creído, pero las creí y forman parte de mi vida, forman parte de mi trayectoria y sería completamente ridículo negarlas porque hoy día tengo otra manera de pensar. No, yo creo que el resultado de toda esta evolución –si es que evolución ha habido y no regresión– es lo que constituye a un ser humano. Yo creo que un escritor no tiene derecho a negar su pasado, su pasado forma parte de su presente y si ha cambiado de manera de pensar debe exponerlo y explicar claramente por qué cambió su manera de pensar respecto a la literatura, respecto a asuntos sociales, respecto a su ideología, aunque en el mundo de hoy todos esos conceptos parecen mucho más laxos de lo que parecían en el pasado”.
Al hombre, dice un viejo dicho, hay que juzgarlo según su tiempo. Hoy, cometemos el error en los medios de comunicación o en las redes sociales de querer juzgar acciones del pasado con parámetros del presente. Por supuesto que es válido y necesario hacer retrospectiva y reflexionar sobre nuestros errores, pero lo que sí es maniqueo es tergiversar la moralidad y la ética a través de los tiempos. Mucho se ha criticado a Mario Vargas Llosa por sus posturas políticas pasadas. Pero eso es algo que no sólo sucedió en él, sino en prácticamente todas las figuras públicas de la segunda mitad del siglo XX. ¿O acaso no Gabriel García Márquez y muchos otros de su generación creyeron en el idilio prometido por el comunismo?
Parte de nuestro trabajo como comunicadores y publirrelacionistas es entender el contexto y no dejarnos llevar por particularidades. Ningún personaje público puede ser criticado o juzgado unilateralmente. Es más: ningún ser humano tiene que ser criticado o juzgado unilateralmente. Todos formamos parte de un todo que también explica nuestros comportamientos, nuestras palabras, nuestros pensamientos. Y en el caso de Mario Vargas Llosa, él es un hombre de su tiempo que ha sabido —o al menos intentado— entender el tiempo de los otros en su hábitat natural: la literatura.