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¿Quién creó la crisis que vivimos hoy?

¿La primera generación? El año pasado muere mi padre y con él se va una generación que, como ninguna después, habría sido receptora de los beneficios de la postguerra, los privilegios provenientes de las conquistas laborales, del corporativismo estatal y privado y los buenos tiempos resultantes de estabilidades económicas producto de mercados controlados y protegidos sin globalización.

Por Alejandro Castañeda
Twitter: @elaprendiz55

¿La primera generación?

El año pasado muere mi padre y con él se va una generación que, como ninguna después, habría sido receptora de los beneficios de la postguerra, los privilegios provenientes de las conquistas laborales, del corporativismo estatal y privado y los buenos tiempos resultantes de estabilidades económicas producto de mercados controlados y protegidos sin globalización.

La de mis padres fue una generación capaz de viajar por vacaciones, laborar 40 horas, poseer al menos una propiedad inmobiliaria, pagar educación de vástagos y trabajar toda la vida en una empresa jubilándose al 100%. Un padre podía sustentar una familia de mas de cinco miembros.

En los años sesenta, más de diez mexicanos activos sustentaban un connacional retirado. Los sistemas sociales no se encontraban saturados, la gasolina era barata y subsidiada y la importación restringida creando una demanda doméstica asegurada. Había un tipo muy simpático y fiel llamado: “tipo de cambio”.

Esta generación consumía nacional, aunque no ahorraba igual. Trabajaba, aunque no competía internacionalmente. La infraestructura crecía pero no por inversión sino por déficit, las empresas del estado costaban mas de lo que ingresaban. Las deudas públicas se doblaban cada año pero… no era noticia en los informativos televisivos… ya se ocuparía la siguiente generación.  Todo esto tenía un costo que mi generación habría de absorber.

¿Mi generación?

Como consecuencia, la mía comenzó a recibir la factura de la anterior el mismo día en que el tipo de cambio le dio por flotar, la paridad dejo de ser estática y ficticia. Menos mexicanos empezaron a sustentar el retiro de miles. Esta generación encontró refugio laboral en la informalidad haciendo que el costo de la salud (en manos del estado) quedara sustentada en algunos gracias al impuesto al trabajo y cuotas de salud. Me olvidaba, el monstruo del gigantismo burocrático ya galopaba.

Una mañana de finales de los ochenta, los precios y productos internacionales lograron colarse por las rendijas abiertas del sistema cambiando la relación costo beneficio de la noche a la mañana. Bienvenida la globalización incipiente

Yo amaba a mi padre aunque resentía como el efecto de su acomodada generación recalentaba la mía con un “sobrecosto”. Hoy, menos mexicanos son corporativos (estatal o privadamente) en relación con la nómina de los retirados la cual, se incrementa de manera exponencial. Hoy, menos personas pueden hacerse de bienes duraderos con facilidad.

¿La generación internacional previa y actual?

Europa y Sudamérica han sufrido idéntico proceso generacional produciendo ciudadanos de hoy anhelantes de vida placentera y significativa pero incapaces de lograrla salvo por el endeudamiento, “ya de por si recalentado por sus antecesores”.

España es la muestra más clara de como la generación precedente a los “sin empleo” -que ya suman 26.6% de la población activa y 35% en la generación “Y”- les arruinó expectativas de vida y crecimiento por medio de financiar (por deuda soberana) una existencia arriba de sus posibilidades. Francia y España siguieron el camino de economías basadas en jornadas cada vez más pequeñas, vacaciones cada vez más largas y jubilaciones cada vez más tempranas. Generaciones éstas que, al tener seguridad social aparentemente sólida y educación aparentemente sin costo, se dieron al ahorro mínimo endeudándose hasta el cogote con inmuebles veraniegos, sin mencionar una altísima nómina de pensionados y burocracias descomunales. En el caso de Europa, habría que agregarle a esta receta, los jóvenes venidos de las colonias creadas por europeos en el siglo diecinueve.

Estas mismas generaciones en Argentina e Italia, en colusión con gobiernos populistas, minaron las oportunidades de las actuales aniquilando la gallina de los huevos de oro a través de dádivas electoreras financiadas por la impresión de dinero.

¿La generación actual?

Las generaciones que me siguen pueden sufrir aún mas ya que han dejado de creer, como yo dejara de creer en la de mis padres, en valores económicos y culturales que antes eran sagrados al sentir el peso de una deuda y estructura social que, como el bíblico pecado original, se ven forzados a pagar sin haber ayudado a crear. Les podemos perder o les podemos aprender.

¿Qué hacer?

Preguntarse el porqué del cambio de valores en la actual generación es un ejercicio fútil, estigmatizarles a fin de aislarles y cambiarles, sería cancelar el mañana. Habría más bien que preguntarse como podemos aprovechar el cambio de paradigmas que esta generación aporta a fin  de adoptarlos sin pestañear. Utilizar sus nuevos valores y creencias sobre el trabajo, la riqueza, la propiedad, la comunicación y la sociedad para adaptarnos a ellos y sobrevivir. Un ejemplo ha sido el advenimiento del mundo digital en California donde, desde el sur de San Francisco, estas generaciones han revolucionado el planeta creando riqueza del silicón, imaginación con creatividad desde una PC y una nueva forma de trabajar y vivir desde campus universitarios o “coffee houses”.

Ellos no creen más en grupos sociales representativos, en jornadas estructuradas e ineficientes, en infraestructuras enormes y costosas, en políticas sociales sin destino o en líderes opresivos y agobiantes. Creen en entrega individual, en redes sociales de colaboración, en mundos planos sin nacionalidades y en distancias digitales. Son determinantes, testarudos y esperanzados y, requieren de libertad de ser, hacer y crecer.

Espero mis hijos no vean en mí al miembro de una generación despilfarradora, sino al precursor generacional que impulsara el cambio en beneficio de la suya.

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