Al pensar si los publicistas, mercadólogos y creadores de contenidos que trabajan en México estarían a la altura del trabajo que desarrollan gente como El Negro González Iñarritu y el Chivo Lubezki, la sensación es que aún estamos cortos por cuatro factores esenciales que se comentan a continuación.
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Puntualmente se trata de ganar la confianza de quien fondea, de nutrirse en una cultura sobre la toma de riesgos, de competitividad universal y de no permitir que el flujo de creación sea corrompido.
Y sí, cada año se obtienen mejores cuentas en festivales como Cannes, El Ojo de Iberoamérica o El Sol, aunque todavía no podría afirmarse que nuestro país sea un centro de innovación, creatividad o vivero de vanguardia.
No obstante, nos gustaría que lo fuera, porque este aspecto es un síntoma de progreso y evolución de la sociedad en general, así que pese a los avances, se tiene mucho terreno sobre el cual es posible mejorar.
El ancla de este potencial desarrollo es probable que radique en el “ecosistema” (con todo y lo difuso que suena el concepto), en donde se sabe de antemano cuán difícil es llegar a un elevado estándar y que para mantenerlo resulta aún más complejo.
Vaya, Grupo W de Saltillo, que solía ser el ejemplo a seguir, ha perdido el ímpetu a últimas fechas, de la misma forma en la que talentazos, profesionales provenientes de Brasil, Argentina, España, Uruguay, Chile, Inglaterra, Francia y EUA, por alguna razón no detonan en toda su amplitud o no resultan lo suficientemente consistentes, como si por el simple hecho de aterrizar en México se les apagara el chip de la genialidad.
Pero como desde el tiempo del ingeniero Guillermo González Camarena, creador de la televisión a color, se vio la manera en la que el talento mexicano tenía que salir del país para emerger con fuerza, de la misma forma los hoy respetados cineastas González Iñarritu, Lubezki, junto con Guillermo del Toro y Alfonso Cuarón, alcanzan con su equipo de colaboradores los más altos escalafones de la cinematografía mundial, por afuera de las fronteras del país.
Así que veamos qué es lo que encuentra el talento en países desarrollados y que escasea en nuestra nación:
La confianza de quien fondea
Alguien debe poner el dinero y no estamos diciendo que en los países desarrollados no exista la desconfianza o que se encuentre a una mayor cantidad de empresarios ingenuos que le apuestan a cualquier cosa. No es así.
En realidad los inversionistas en las industrias de esos países confían plenamente en los creadores, pero también exigen que desde la concepción de un proyecto se exponga un nivel de profesionalismo que otorgue ciertas garantías. Hay que trabajar mejor desde el origen.
En México y muchos países de América Latina, más allá de que nunca se quiere soltar dinero para “apuestas” de innovación, la desconfianza es un factor que impide la libre circulación de las mejores ideas.
Mayor cultura en la toma de riesgos
Por supuesto, que la anterior idea requiere que sea aceptable cierto nivel de riesgo. Durante una de nuestras asistencias al Festival Publicitario Iberoamericano, El Sol, uno de los más grandes creativos españoles nos explicaba que la naturaleza de los mercadólogos y publicistas argentinos, famosos por su alto nivel creativo, se nutría de una cultura acostumbrada a tomar riesgos, en ocasiones hasta irracionales, de modo que de ahí nacía la fortaleza de la nación argentina en los certámenes publicitarios.
A esto podemos agregar que la cultura del riesgo es algo que se respira todos los días en los negocios dentro de la bolsa de valores y en las universidades a lo largo y ancho de los EUA.
De esta forma, parece que existe cierta conveniencia en abandonar el conservadurismo en el planteamiento de cualquier proyecto.
Competitividad universal
La palabra competitividad ha sido manoseada y manipulada hasta que se ha transformado en un concepto vacío. Sin embargo, su composición en términos de sana crítica, autocrítica, benchmarking, integración de equipos de alto desempeño, eficiencia en los procesos y calidad, entre otras cosas, no tiene desperdicio. El mundo se mueve gracias a la gente de mayor talento y esfuerzo.
El equipo de Birdman no fue sólo de mexicanos, sino que participaron y fueron competentes muchos estadounidenses, gente de origen británico, italiano, argentino, griego y judío. Todo el equipo fue competente a escala universal.
Ante semejante contexto, los mexicanos de hoy debemos prepararnos para ser competitivos y competentes en todo el globo, alistarnos para salir al extranjero en el más alto nivel, hablar cuando menos dos idiomas y erradicar de nuestra mentalidad la autocomplacencia y la autocompasión.
No corromper el proceso de creación
Cuando arriba se menciona a la autocompasión, la referencia más puntual, por ejemplo, apunta a darle importancia a cosas como la filtración de los comentarios del papa Francisco o a que el famoso chiste de Sean Penn hacia Iñarritu de verdad nos afecte, como si los mexicanos fuéramos inmaculados. Pfff.
Esencialmente ¿a quién le puede importar lo que digan los demás?… Bueno… seguramente a los inmaduros, a los inseguros, a los que siempre encuentran en los otros los pretextos ante la propia falta de resultados.
De esta manera, no es urgente reconocer que somos los principales responsables del futuro que nos creamos, en donde juzgo mucho más grave que cualquier palabra dicha, cada vez que un funcionario no da vía a un presupuesto porque primero debe asegurarse su tajada, o cada vez que un investigador en un instituto de investigación obtiene truculentamente sus grados académicos con el trabajo de sus estudiantes… y cada vez que la corrupción impide el flujo de creación, de innovación y de inventiva, perdemos más de lo que nos podemos imaginar, algo con lo que seguramente González Iñarritu y Emmanuel Lubezki no se encontraron en Hollywood.