En mis años como consultor organizacional, he encontrado a muchas personas que piensan en cómo estructurar su empresa, crean una ruta de trabajo y realizan presupuestos para poner a andar sus ideas en un emprendimiento. Sin embargo, cuando las empresas llegan a su fin, también es necesario planear el proceso que responda a las circunstancias por las cuales culmina.

Por años, las sociedades han sido una gran opción para fortalecer las organizaciones, ampliar el capital y llegar a nuevas fronteras. Detrás de ellas, hay gran cantidad de compromisos legales y empresariales necesarios para su correcto funcionamiento. Si bien la ley de cada país suele determinar las particularidades del proceso, es esencial entender los aspectos más importantes a la hora de dar por terminada una asociación.

Para empezar, debemos conocer algunas de las causas que llevan a su finalización, las cuales pueden ser: la expiración del tiempo fijado, la incapacidad de seguir desarrollando el objeto de la sociedad, pérdidas en el capital social, requerimientos legales de la autoridad (en algunos casos), entre otras.

Bajo estas situaciones, lo ideal es que los miembros de la directiva se reúnan para evaluar y definir colectivamente el rumbo a seguir; así, la totalidad o al menos la gran mayoría estarán de acuerdo y comprometidos con el proceso. De esta manera se evitan contratiempos en la gestión que puedan desencadenar en problemas, malentendidos y más pérdidas de dinero.

Una vez evaluadas las circunstancias es crucial anunciar y adelantar los trámites ante las instituciones reguladoras y legales, ya que es común encontrar casos en los que las sociedades deciden simplemente césar sus actividades y quedarse como inactivas. Sin embargo, esto puede traer dificultades en cuanto al cumplimiento de la ley o en aspectos tributarios que afectan tanto a la empresa, como a los miembros de ésta.

Adicionalmente, el manejo interno y externo de la comunicación toma un lugar esencial para que tanto los trabajadores, como proveedores, clientes y hasta medios de comunicación tengan claro lo que ha sucedido y cómo se va a proceder en corto y mediano plazo. Así, cada parte, podrá tomar decisiones individuales o colectivas para poder continuar sus actividades aún después de la liquidación.

El proceso posterior a la conclusión de las sociedades es conocido como la liquidación de la organización en cuestión. En este momento, se debe crear un plan para cubrir uno a uno los requerimientos de la mejor manera posible.

Lo primero, es dar por terminadas cada una de las operaciones sociales que estén pendientes, para luego realizar un inventario de las propiedades, los equipos, materias primas o demás bienes que estén bajo el nombre de la sociedad para ser vendidos y usar los recursos para responder con las inversiones, pagar las deudas pendientes.

Finalmente, se da lugar al Balance de Liquidación Final, que se repartirá entre los asociados según su porcentaje de participación. Esto debe pasar por una aprobación de cada uno de los miembros para su validación y evitar problemas legales tanto internos como con terceros. Recordemos que muchas veces estos valores pueden variar respecto al tiempo y la inversión inicial, presentando casos de valorización o devaluación según los contextos.

Para muchos puede parecer un proceso tedioso y de papeleo, pero lo realmente importante es cumplir con los pasos, tiempos y requisitos dispuestos por los Estados. Además, la imagen que proyectamos en estos momentos también determinará nuestro futuro en otros negocios o sociedades, y relación con clientes o colaboradores. Si es necesario, contar con un experto es una excelente alternativa, ya que nos puede guiar en cómo terminar una etapa y realizar cada uno de los trámites debidos, que también hacen parte del mundo empresarial, y dar lugar a un nuevo camino libre de cuentas o responsabilidades pendientes.