Construir el muro de Trump se ha convertido en uno de los temas más controvertidos en el mercado, al exhibir la capacidad que tiene esta industria, la de la construcción, de sortear temas polémicos priorizando los objetivos de sus modelos de negocio, que son los de hacerse de una cartera de clientes y proyectos ambiciosos.
Lo anterior ha llevado a las marcas a entender al consumidor desde contextos sociales, que en últimas fechas han determinado el valor de marcas y la estrategia de comunicación con la que deben de adaptarse a mercados cada vez más determinados a exigir de las marcas, sobre todo las de consumo, identificación con su realidad.
Al menos eso ocurre en mercados como el francés, donde el gobierno de París castigó a la empresa LafargeHolcim, luego de que esta se apuntó para ser una de las proveedoras en la construcción del Muro en la frontera norte de México, propuesto por Donald Trump.
En esa ocasión el gobierno local anunció que dejaría de comprar arena para sus playas artificiales a dicha empresa.
De manera contrastante, en mercados como el de Estados Unidos es muy poco el interés que los consumidores tienen sobre las compañías que lleguen a participar en la construcción del muro.
Cifras proyectadas por Statista advierten que la mayoría de los entrevistados, el 27 por ciento, dijo tener una opinión igual a la que actualmente tienen sobre estas firmas, mientras que un 20 por ciento aseguró que su opinión sería mucho peor.
Hasta enero de este año, Statista lanzó estimados del valor que llevaría construir un muro y descubrió que para lograrlo se necesitarían 711 millones de dólares, tan solo para comprar el concreto necesario en la construcción.
Para el cemento se necesitarían 240 mdd, mientras que el costo total por la fuerza laboral estimado fue de 25 mil millones de dólares.