Desde hace más de once años soy dueño de un perro Bulldog inglés, que se llama Fausto y ahora un Pinstcher miniatura. Y mi gasto mensual familiar se ha incrementado más de un 11% por dos mascotas. Entre alimento, medicinas, veterinario, entretenimiento, paseos, educación, custodia y guardería, le pago una iguala mensual muy alta al sueño y tendencia de ser dueño de Fausto, mi Perrijo y ahora una tal Ninja que es la mascota de mi hija de siete años.

¿Qué pasa? ¿Por qué está en tendencia ser dueño de un perro y lo que implica? Aquí entra el Marketing de Perrijos. La antropología social de los clientes compradores de marcas, servicios y estilos de vida ha cambiado mucho desde hace más de diez años a nivel, local, regional y mundial. Los paradigmas del consumo han evolucionado, se han contraído y se han deteriorado. Hoy los clientes suplen carencias, vacíos y soledades con estilos de vida. Impregnan de humanidad a mascotas, les dan atributos de hijos sustitutos, gastan y conviven por esta humanización muchos millones de segundos y de dineros. Los clientes están invirtiendo en universos paralelos, en ambientaciones prefabricadas que les generan emociones. Así las cosas, es muy clave no perder el foco de nuestro centro y ver con cuidado en dónde invertimos nuestro gasto familiar. Esto no implica maltrato animal, ni de nuestros seres queridos,  “Humanos y no humanos”.

Debo de reconocerme como un freak, petfriendly y padre de un gran “perrhijo” que es Fausto Santamaría. Un Bulldog inglés que desde hace once años llegó a mi vida para enseñarme que el amor por otro ser vivo es muy importante para comenzar a amarse a sí mismo y a tu pareja.

Cuando Fausto llegó a mi vida nos sintonizamos automáticamente. Hubo una gran química con la mirada y dese entonces somos cómplices de vida. Y con mucha probabilidad cuando dejemos de estar vivos aquí en este plano. Una mascota así es como una especie de alter ego. Como un Yo propio que se paga de ti mismo y te permite hacer cosas y vivir situaciones que en tu Yo humano jamás harías. Es una especie de vida alterna. Y mejor tele dirigida, porque si existe aquí, en esta relación, un sentido de propiedad de otro ser vivo.

Como consumidor, como amo y líder de la manada. Es mucho más fuerte que los hijos, pues a ellos no es válido y justo tele dirigirlos de forma tan asimilada por todos.Mi perro me pertenece y al mismo tiempo yo le pertenezco a él. Aunque esta relación dure lo que dura una vida de perros o gatos.

Cada día veremos más este tipo de relaciones tele dirigidas hacia las mascotas en este mundo posmoderno. Es producto de la soledad y desesperanza que caracteriza a estos fogaces tiempos que pasan por delante todo, hasta los vínculos y las relaciones humanas y terminamos sustituyendoas por casi vínculos que son hasta el 15% del presupuesto de nuestros hogares o casas. Como diría mi tia Chela, las pendejadas, siempre se pagan en efectivo.

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