En Abril del 2001 el Presidente Bush tenĆa 56 por ciento de aprobación, despuĆ©s del ataque de las torres gemelas en Septiembre del mismo aƱo, alcanzó 90 por ciento. Para el final de su mandato alcanzaba 42 por ciento. En MĆ©xico, el presidente AndrĆ©s Manuel López Obrador presume cifras de hasta el 60 por ciento de aprobación ādependiendo la fuente que se prefieraā y en los peores momentos de la pandemia llegó al 40 por ciento. Biden en contraste ha sufrido para mantener sus cifras por encima de 50 por ciento. El problema de este anĆ”lisis es centrar la aprobación sólo en el total de la población y no en los segmentos que construye la aprobación.
Es decir, si el grupo mĆ”s influyente y generador de empleo en un PaĆs estĆ” fuera del porcentaje de aprobación, tendremos a un Presidente querido por un grupo de personas que probablemente no pueden ayudar mucho a sacar adelante a un paĆs. SegĆŗn William Neuman autor del libro Inside The Collapse of Venezuela: Things are Never So Bad That They Canāt Get Worse el apoyo al chavismo por el sector mĆ”s desprotegido del paĆs terminó por afectar justamente a ese sector, el mĆ”s desposeĆdo. De manera lógica no existe correlación entre la aceptación de un polĆtico con el beneficio obtenido por las polĆticas que representa. Esto es cierto en el Reino Unido con Boris Johnson o con AMLO.
Esto nos enseƱa que el uso de aprobación es una medida incorrecta para medir el Ć©xito de un producto, servicio o decisión. Otro gran ejemplo es el Blackberry, un aƱo antes de su muerte por la llegada del iPhone seguramente gozaba de una aceptación tremenda. Esto sucede en casi toda conducto o selección humana. Las bebidas carbonatadas pasaron de ser las heroĆnas de la comprensión del consumidor a vilipendiadas por supuestos temas de salud.
En contraste veamos a AMLO, para el 59 por ciento de aprobación hay un 41 que no aprueba totalmente las decisiones. En un paĆs como MĆ©xico esto significa que en una boda, cuatro de cada diez personas en una mesa no estarĆ”n de acuerdo con el rumbo del paĆs. En nĆŗmeros redondos casi 51 millones de personas, en el caso de Biden casi 165 millones de Norteamericanos. La democracia se construye con mayorĆas pero la preferencia de voto (o compra) se construye a partir de la división. Por ejemplo, los dueƱos de perros son muy distintos a los de gatos, los que usan iPhone versus Android, los que toman refresco y los que prefieren agua. En todos estos ejemplo hay un comĆŗn denominador, la polarización. En el marketing moderno es mĆ”s fĆ”cil seƱalar las diferencias contra el producto lĆder que construir un discurso completamente nuevo. Por esa razón hay tanto ataque en la polĆtica y poca innovación en los productos.
El escenario es muy peligroso para la estabilidad social y ahora vemos tambiĆ©n económico. De nuevo, confundir aprobación con preferencia tiene resultados nefastos. En el mundo, la venta de autos nuevos ha cambiado radicalmente, hoy los distribuidores no tienen inventario que entregar, es un mercado de vendedores, en consecuencia el servicio es malo. Cuando el inventario regrese saldrĆ”n los resentimientos de compradores que tuvieron que comprar ālo que habĆa a lo que se podĆaā recuerden lo que pasó a las marcas norteamericanas de autos, Chrysler vende uno o dos modelos en MĆ©xico, Dodge probablemente menos de 10. Desde los aƱos 80 no se han recuperado, el consumidor no olvidó las Ć©pocas de pocas opciones.
La selección en puntos de venta es muy similar, hoy el aumento de precios hace que el consumidor tenga que doblegarse a lo que se le ofrece, pero rÔpidamente dejarÔn esos puntos de venta ante opciones de mejor precio o servicio. La llegada de Wal-Mart a México y Latinoamérica arrasó con los puntos de venta locales.
En polĆtica sucede algo similar, hoy el PRI en MĆ©xico pierde de manera muy frecuente en las urnas, pero hace 25 aƱos era la voz cantante de la polĆtica en MĆ©xico. Hoy el electorado no lo acaba de perdonar. Esto deberĆa servir de advertencia al partido fuerte en MĆ©xico: Morena. TambiĆ©n al Chavismo o a los Demócratas o Republicanos. En este Ćŗltimo no me extraƱarĆa que en un momento de arranque el votante norteamericano vote por un candidato independiente.
La historia estĆ” plagada de marcas que fueron exitosas con alta aprobación entre los consumidores: Kodak, Pan Am o Marlboro vienen a la mente. No debemos confundir la gimnasia con la magnesia. Tampoco engaƱarnos, no hay marca que sirva a todos los amos. El Presidente Bush es el mejor ejemplo, alcanzar una aprobación del 90 por ciento es algo muy raro en la polĆtica, un fenómeno transitorio de apoyo a la guerra contra el terrorismo, lo mismo sucede con Ucrania, hoy lamentablemente habrĆ”n los que piensen que serĆa mejor rendirse ante Rusia, es decir el apoyo unĆ”nime es una falacia.
El consumidor moderno ha vivido 20 aƱos de crecimiento y bonanza. Para muchos, las crisis de los aƱos setenta son āen el mejor de los casosā anĆ©cdotas de abuelos. No se entiende lo que es una crisis inflacionaria; para el consumidor Mexicano en los Ćŗltimos 20 aƱos, comprar un auto fue relativamente fĆ”cil, hoy una SUV familiar (el reemplazo de sedĆ”n familiar de los aƱos 70) cuesta 40 mil dólares. No es sorpresa que el mercado de autos usados vaya en ascenso.
La lección es simple, el consumidor nunca olvida los malos ratos que pasa para pagar una compra o las malas experiencia y siempre regresa para cobrar lo que se le debe. Los hogares se llenan de frases de disgusto a marcas, partidos polĆticos y servicios, aunque las encuestas de opinión muestren lo contrario.