Por Camila González
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@GFCam
Las nuevas formas de la economía, que surgen con modelos como el de Uber, están cada vez más desconectadas de la formalidad de las compañías tradicionales, aunque están basadas esencialmente en la conexión, sí, ésta es su columna vertebral. Estas nuevas formas de trabajar y producir dinero se han convertido, además en tema clave de debate en el mundo, con posturas muy encontradas.
Pero, ¿qué es y en qué consiste la economía “gig”, “economía on demand” o “sharing economy”? El concepto se refiere a servicios como Uber, Airbnb, Homeaway, Love Home Swap, Lyft, BlablaCar y Amazon Flex, entre otros, que crecen vertiginosamente y han hecho temblar los esquemas de mercado de trabajo en diversas industrias.
¿Qué tienen en común estas propuestas?
- Conexión e información. La base de estas nuevas formas de economía es la ubicuidad. Estos servicios se centran en la comunicación a través de Internet, tal cual, se trata de “economía basada en la Red” y las aplicaciones son los medios.
- La innovación es su motor. Todas estas nuevas ideas han puesto sobre la mesa modelos de negocio novedosos, prácticos y a la altura del imparable y sorprendente desarrollo tecnológico que estamos viviendo.
- Flexibilidad laboral. Estos modelos plantean preguntas sobre la protección y estabilidad de los puestos de trabajo. De hecho, de ahí sale el término “gig”, utilizado a principios del siglo XX por los grupos de jazz cuando hablaban de colaboraciones espontáneas. Un estudio de la empresa Intuit revela que hoy en Estados Unidos 40% de la fuerza laboral está compuesta por free lancers. Así es que los detractores de este tipo de trabajo piensan que de esta forma se está promoviendo el “trabajo a ratos”.
- Es una economía peer to peer o de intercambio. En ese sentido, se transforma la relación empleado-empleador, lo mismo que la de empresa-cliente, con quien en muchos ocasiones se da más bien un intercambio.
- Se hace difusa la frontera entre trabajo y ocio (lo cual en principio suena sensacional) debido a la constante movilidad y a la eliminación de los horarios fijos. Se hacen menos nítidos los límites entre horario de trabajo y de ocio, y se difuminan las paredes del espacio laboral. Cualquier lugar puede ser sitio para el trabajo.
- Formas de pago con plásticos. Cada vez desaparece más el dinero en efectivo porque las transacciones, tanto económicas como relacionales, son virtuales.
- Se rompen fronteras, puesto que la mayoría de estos sistemas –excepto Uber, claro- prestan sus servicios a nivel global. Esto, además, acerca a las personas.
- Su creación ha causado conflicto para el estatus quo económico, por ejemplo a los sistemas de taxis y transporte público de algunas ciudades, para el caso de Uber. O a los conglomerados hoteleros, servicios de hospedaje y turísticos, como ha sido el caso de Airbnb y Home away.
- El trabajo llega al ringtone. Muchos esperan en su teléfono para ser llamados a realizar un trabajo, tal como sucede con Amazon Flex que plantea un empleo de colaboración en el que cualquiera puede repartir los paquetes de envío de la empresa en cualquier momento. Bueno, esto ya no demora en ser reemplazado por el servicio de drones…
- Todos podemos ser todo, de ahí el término de “economía de compartir”. Yo puedo llevar un paquete o transportar a alguien, hospedar gente y preparar comida, ser hospedada…
Quien sabe qué más viene para enriquecer este concepto. Todo empezó como una revolución silenciosa hasta que el “efecto Uber” –con sus manifestaciones de taxistas en diferentes partes- destapó el cambio y preparó el camino para hacer cada vez más visible y practicada la economía “gig”.
Claro, todo esto no es tan simple. Viene ligado a una serie de retos en términos del mercado laboral y de amenazas para las grandes compañías. Pues sí, es girar la mirada y organizar la economía desde otros puntos de vista: atrás queda la era industrial cuyo sistema de trabajo reunía a la gente en el mismo lugar físico, en ciertos horarios y de maneras precisas.