Internacional.- Predicar con el ejemplo no es, precisamente, lo que Timothy Robenhorst hizo con su hijo al descubrir que el joven era uno de los que hacía bullying a otros en la escuela. Usó Facebook y lo avergonzó.

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El bullying es uno de los problemas más serios que enfrenta la sociedad actual. Las redes sociales lo han potenciado al máximo, generando conflictos de gran magnitud y daños, muchas veces, irreparables en los más chicos.

La solución, convengamos, no es sencilla, pero seguramente no es ésta la manera de alcanzarla. Robert Robenhorst, un norteamericano de Green Bay, Wisconsin, descubrió que su hijo participaba de acciones de bullying en la escuela y decidió imponerle un castigo ejemplificador: le obligó a hacer trabajos de jardinería (hasta aquí nada reprochable), sesiones de ejercicios a primera hora de la mañana (nada que un adolescente no pudiera tolerar), le enseñó a pedir perdón (muy bueno) y, aquí la polémica, publicó todo las redes sociales, con el objetivo de avergonzarlo ante todos.

Según el Daily Mail, primer medio en publicar la historia, “Robenhorst posó (en Facebook) en una fotografía con su hijo, ambos con un cartel explicando el castigo, y animó a la gente a compartirlo”.

Esto dice el texto que lo obligó a compartir al chico en su Facebook:

“Mi nombre es Kayden Robenhorst. Soy culpable de ser un abusivo en la escuela media Puiaski. Mi castigo es el siguiente: 1) 50 flexiones con los puños, 2) 50 flexiones inclinadas, 3) Correr 1 milla (todo a las 4.30 de la mañana), 4) Haré jardinería en las dos casas de mi padre y 5) Me disculparé con el chico del que abusé en la escuela delante de toda la clase hoy”.

Una lección

Desde el marketing digital, ¿qué pueden las marcas aprender de esta noticia? Por ejemplo, evitar el “brandbullying”. En ocasiones, en la necesidad de “hacer algo” o “cualquier cosa” –digitalmente hablando– los diseñadores de campañas abandonan el camino de la creatividad y todo se enfoca en “ataques” contra los productos de rivales comerciales directos o se transforma en un verdadero “acoso” a los usuarios de las redes que puede ser perjudicial para la propia imagen de la marca.

Como hizo este padre norteamericano, se abandona hasta la ética más elemental y se pierde el objetivo. El del padre es educar correctamente al hijo. El de las marcas, vender, claro está.