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Ayer el diario Central informó que la cadena comercial Gran Bodega “alteró la imagen de la zona de Monumentos del Centro Histórico del municipio de Puebla con la colocación ilegal de su publicidad en las rejas que prohíben el acceso vehicular sobre la calle 3 Oriente entre la Catedral y el Zócalo”. La empresa, cuyo eslogan es “Siempre ahorro”, violó la ley del Código Reglamentario Municipal que establece que no se debe colocar publicidad en la Zona de Monumentos. La publicidad exterior es un recurso visible en las ciudades, en el que todavía invierten las empresas.
En 2015 Grenoble, ciudad al sureste de Francia, retiró toda la publicidad de sus calles. Dos años antes un estudio reveló que el 73 por ciento de los encuestados describió la publicidad en la ciudad como invasiva. La primera medida obligó a las autoridades a no renovar el contrato a JCDecaux, la empresa de publicidad exterior, curiosamente de origen francés, que más ingresos tiene en el mundo, lo cual supuso pérdidas económicas para la urbe. En 2006 São Paulo tomó la misma decisión y liberó a la ciudad brasileña de ser un soporte para la comercialización de mercancías. Estos fenómenos, no exentos de polémica, demuestran que es viable una ciudad sin publicidad.
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