Las palabras sobran frente a imágenes tan contundentes como éstas, revividas últimamente por las redes sociales. Se trata de una campaña checa, de 2007, llamada People in need, realizada por la agencia Saatchi & Saatchi. Dos realidades crudamente contrastantes en cada fotografía, contundente mensaje…

Más que analizar semejante recado, mi reflexión esta vez es sobre la publicidad. Sí, sobre esa técnica poderosa que se usa, muchas veces sin mayor dimensión acerca de su impacto, para convencer y seducir… con un objetivo claramente contable en cifras. Por eso, cabe celebrar cuando la publicidad se convierte en espejo, pero en uno cristalino en el que sí nos podemos ver bien, vernos bien con todo y los más ocultables defectos. De alguna manera refresca cuando ese fin publicitario tiene que ver con nuestra realidad en este mundo y el confuso concepto que llegamos a tener de solidaridad y libertad.

Justo imágenes como éstas apuntan a la liberación –ojalá mental- de los yugos que torpemente nosotros nos ponemos, tal cual, grilletes cuya llave no es más que de cada uno. Las cadenas del deber ser, de lo impuesto, de lo que justo no somos al final. Una campaña de contraste, que nos caricaturiza sin miedo y apunta su disparo directo a los poros, a la conciencia. Fotografías que retratan el alma de la inequidad y dibujan justo lo que cada uno no quiere ver de sí mismo.

Ahí está la publicidad como espejo, en este caso que nos ridiculiza y sacude. Éste es sólo un breve comentario que agradece a los creativos que quieren vendernos eso que en ningún lugar venden, más que en el interior de cada cual: conciencia. Cuando nos venden la redirección de la mirada hacia las tragedias humanas, los desastres ecológicos, la equidad de género o la justicia social, surge un producto que trasciende lo transaccional y lo vanal.

El punto es que gracias a las redes sociales se inmortalizan campañas como ésta que no permite la evasión. Cuando la publicidad se pone al servicio de la reflexión humana, sólo resta aplaudir aquellos mensajes que nos hacen abrir los ojos sobre lo estúpidos que somos.