En los últimos años, la intersección entre marketing y psicología ha generado una revolución silenciosa en la manera en que las empresas captan y mantienen la atención de sus clientes. Esta relación no es nueva, pero ha tomado un nuevo giro en la era digital, donde el acceso a datos personales y el análisis de comportamientos permite comprender a los consumidores con un nivel de detalle sin precedentes.
El marketing siempre ha buscado captar la atención de los consumidores, conectar con sus necesidades y aspiraciones, y convertirlos en compradores fieles. La psicología, por otro lado, es el estudio de la mente y el comportamiento humano. Juntas, estas disciplinas buscan comprender qué impulsa a las personas a tomar decisiones, algo fundamental en el proceso de compra.
Las estrategias modernas se apoyan cada vez más en conceptos psicológicos como el refuerzo positivo, el condicionamiento clásico, la teoría de la disonancia y los sesgos cognitivos para diseñar campañas que resuenen emocionalmente con el público.
Empresas de renombre, desde las gigantes tecnológicas hasta marcas de productos de consumo diario, emplean hoy a psicólogos para optimizar sus campañas, desde los colores y las formas de los productos hasta los mensajes de sus anuncios. El marketing no sólo intenta ofrecer lo que el cliente desea, sino que influye activamente en esos deseos, moldeando necesidades donde antes no existían.
La incursión del marketing en la psicología ha traído consigo una serie de efectos en la salud mental que apenas comienzan a explorarse. Los anuncios que generan sentimientos de insatisfacción o inseguridad sobre la apariencia, el estatus social o el estilo de vida son ejemplos clásicos. Un individuo bombardeado por mensajes que sugieren que necesita productos específicos para ser feliz, exitoso o amado puede llegar a internalizar esos valores, dañando su autoestima y percepción de sí mismo.
La constante conexión y la sobrecarga de información pueden generar ansiedad, distracción y una sensación de aislamiento. Así, nos encontramos ante un doble filo: mientras que la tecnología nos ofrece oportunidades para crecer y conectar, también puede desdibujar los límites de nuestra salud mental y emocional. Es crucial encontrar un equilibrio que nos permita aprovechar sus beneficios sin caer en sus trampas.
De acuerdo con la Secretaría de Salud, a raíz de la pandemia más de 3 millones de mexicanos han presentado algún tipo de depresión o trastorno en la salud mental. Especialmente alarmante es el dato de la Organización Mundial de la Salud (OMS) según el cual uno de cada siete jóvenes de 10 a 19 años en el mundo presenta algún trastorno mental.
“En nuestro país, muchas personas aún evitan acudir al psicólogo, ya que existe una percepción generalizada de que solo aquellos que enfrentan problemas graves de salud mental deben hacerlo. El estigma de los trastornos de la mente y las emociones sigue siendo muy prevalente. Esta creencia contribuye a que, ante un problema emocional, muchas personas opten por el silencio y el autoaislamiento en lugar de buscar apoyo profesional”, comenta Arlen Solodkin, fundadora del encuentro Hope Circuit, el cual reúne
a las mentes más brillantes de todo el mundo en psicología positiva, desarrollo humano y felicidad para sentar las bases y seguir el objetivo marcado por el doctor Martin Seligman, padre de la psicología positiva, de que el 51% de la población esté floreciendo para 2051.
Entre la ética y la manipulación
Los algoritmos de redes sociales y plataformas de comercio electrónico crean entornos en los que el contenido se personaliza hasta el punto de formar una “burbuja” alrededor del usuario. Esta burbuja refuerza las creencias y emociones que las empresas desean que el usuario mantenga, generando ciclos de consumo que pueden ser perjudiciales para su bienestar psicológico y financiero.
Ante este panorama, cabe preguntarse si es posible una aproximación ética y responsable en el uso de la psicología en el marketing. A mi parecer, la clave está en la transparencia y el respeto por la autonomía del consumidor. Y en México hay ejemplos claros de esta tendencia.
Algunas iniciativas, como el marketing responsable o el diseño ético, promueven prácticas en las que se prioriza el bienestar del consumidor. La psicología positiva, corriente que fue creada por el doctor Martin Seligman, busca complementar la psicología tradicional para poner énfasis en las fortalezas de las personas fomentando tres elementos clave como son el optimismo, la imaginación y la autoeficacia. Partiendo de esta base, son varios los proyectos que buscan aplicar estos conceptos para materializar el progreso y florecimiento humano.
“Actualmente tenemos un área de oportunidad con el ‘boom’ de la inteligencia artificial (IA), que ya se está empleando en varios proyectos. Es el caso del World Wellbeing Project, liderado por Andrew Schwartz, quien estará en México en el encuentro Hope Circuit en noviembre. El grupo de psicólogos que trabaja en este proyecto trata de entender cómo el lenguaje puede dar clave para poder reconocer cuando hay tendencias en problemas de salud física, psicológica o mental”, cuenta Arlen.
En última instancia, el objetivo debería ser aprovechar el conocimiento psicológico para mejorar la experiencia del cliente de una manera auténtica, que fortalezca la relación entre marca y consumidor sin recurrir a la manipulación emocional.